Friday 4 February 2011

México D.F.

Sería una pena no terminar el blog estando tan cerca del final... Pero para facilitarme n poco las cosas, voy a pasar de los apartados que he venido utilizando hasta ahora y voy a hacer un relato lineal. 
El aeropuerto
A México llegué el 6 de Diciembre, Lunes, poco después del mediodía. Mira por donde que no me pasó nada extraño con el equipaje, aunque en el aeropuerto de Cancún si que me pidieron el pasaporte para control rutinario. Así que decidí irme lo antes posible del aeropuerto, no fuese que algún vigialnte cambiase de opinión y me viese como sospechoso.
El problema que tenía es que la parada de metro estaba en la otra terminal, y para tomar el skytrain que unía las terminales había que tener boleto de embarque, y el mío al parecer era de desembarque y no  me servía. Así que pregunté a un guarda de seguridad que pasaba por allí y muy amablemente se acercó a la ventana y me empezó a explicar, señalándome calles y diciendo que fuese por donde iba tal o cual coche o furgoneta, que en veinte minutos andando llegaba. Amablemente le dí las gracias y me dispuse a preguntar a otra persona, porque no me gustaba su respuesta. Esa persona resultó ser el guardia de seguridad de la planta de abajo, que señalando un autobús me dijo que lo agarrase y me bajase en la siguiente parada. Esta respuesta me gustó más.
El metro
Los albergues a los que tenía pensado ir estaban en el centro, en los alrededores de la plaza Zócalo. Para llegar a esa parada tenía que hacer un trasbordo en Pino Suárez a la línea azul, pero solo para una parada, así que decidí hacerla andando. Pues resulta que entre Pino Suárez y Zócalo hay una conexión subterránea, así que ni siquiera hacía falta salir a la calle. En este pasadizo además, había una especie de feria de libro permanente, un montón de librerías con todo tipo de libros que pensé en visitar en otro momento. Sin embargo no contaba con un problema: para llegar a este pasadizo creo que me metí en una dirección prohibida (Sí, en el metro de México D.F. va tanta gente que tienen separadas las direcciónes de los peatones. También tienen zonas en las que a determinadas horas no puede haber hombres, solo mujeres y niños.) , así que luego no era capaz de encontrarlo otra vez. Al final me volví a meter por esa "dirección prohibida" y ya lo encontré. Había muchos libros.
Al final logré salir a la plaza del Zócalo. Una plaza impresionante que al parecer es más impresionante cuando no tiene nada. A mí me tocó ver las instalaciones típicas de navidad, osea, una pista de hielo, una rampa con nieve artificial por la que los niños se tiraban con trineos y flotadores y también un recinto con motos de nieve. Al principio me pregunté cuanto costaría mantener eso en México D.F., pero luego ya me dí cuenta de que en México D.F. hacía frío; por las noches rondábamos los cero grados y de día tampoco subía mucho. Al final me quedé con las ganas de montarme en una moto de nieve.
El albergue
Después de tanto tiempo viajando ya no tenía problemas en llegar a una ciudad sin alojamiento reservado, aunque en México D.F. casi me arrepiento, porque se acercaba el día de la Virgen de Guadalupe, patrona de México, y al parecer mucha gente va en peregrinación, pero no tuve ningún problema. Eso sí, solo pude mantener mis caprichos de dormir en habitación individual un par de noches; las otras dos noches las pasé en un dormitorio compartido.
Los edificios en México D.F tenían un aire europeo que no había visto hasta ahora en México; si me dean en muchas calles de la ciudad sin decirme donde estoy, fácilmente podría decir que se trata de Madrid o Barcelona. Bueno, por lo menos antes de ver a toda la gente que pasea por la calle, que me haría sospechar un poco. El edificio del albergue tampoco tenía nada que ver con los albergues anteriores. era un edificio de 4 plantas, todas de altura considerable, sin ascensor y mi habitación en la última planta... 
Encima uno de los días que estaba yo ahí decidieron fumigar las camas, así que tuve que cargar con todas las mantas, cubrecamas, sábanas y almohadas para abajo y para arriba. Como no me apetecía hacer este viaje en balde, pregunté antes a la chica de recepción, que me dijo que sí, que bajase todo, pero cuando bajé había  otra chica que me increpó por bajar todo. yo le dije que era por la fumigación y me fui, que pasaba de subir todo otra vez...
La ciudad
México D.F. es una ciudad grande, con muchos sitios diferentes para visitar, y la verdad es que yo me organicé bastante mal y no me dio tiempo a visitar todo. El primer día, entre que me instalé en el albergue y me aclimataba un poco justo me di una vuelta por el Zócalo y la calle Madero.
La plaza del Zócalo se llama así porque en su día se pensó en construir un monumento en el centro de la plaza, pero el monumento nunca se instaló, aunque el zócalo sí. Como la gente quedaba en el zócalo, se empezó a asociar ese nombre con la plaza, y así zócalo pasó a ser sinónimo de plaza central. Y yo que me pasé casi todo mi viaje pensando que las plazas se llamaban "el Zócalo" por los soportales característicos de todas ellas...
La calle Madero es la única calle peatonal de México D.F. Al parecer a la gente le ha gustado y ahora piden más. El caso es que es la típica calle comercial, con mucha tienda y sala de exposiciones, y no tantos restaurantes como me esperaba yo. Pero bueno, al final conseguí cenar en algún sitio.
Al día siguiente me fui dando un paseo desde el Zócalo hasta el parque de Chapultepec. Empecé por Hidalgo, una calle que lleva hasta la Alameda Central, donde visité el museo Franz Mayer, aprovechando que los martes era gratis. En el museo había un montón de arte de ese que yo no soy capaz de apreciar, pero en el patio hay una cafetería donde se estaba muy a gusto. De ahí me dirigí al otro lado de la Alameda, para ver el hemicilo a Juarez y una fuente con un montón de pirámides pequeñas y oxidadas. De ahí hacia el monumento de la república, y luego de vuelta al Paseo de la Reforma. Esta gran avenida se construyó con el fin de conectar la residencia del emperador, en el Castillo de Chapultepec, con el palacio nacional. En cada una de las rotondas hay un monumento pintoresco, siendo seguramente el más famoso el del Ángel de la Independencia.
Al final de la avenida se llega al parque de Chapultepec, que tiene algo que ver con los saltamontes (chapulín es saltamontes). Si tienes suerte como yo, la entrada del parque está cerrada por obras, así que terminas dando un par de vueltas por los pasos subterráneos de los alrededores para ver si encuentras una entrada. Una vez dentro del parque te puedes tirar un par de días para verlo entero, porque tiene un Zoo, el museo de antropología y el castillo de Chapultepec además del parque en sí. Yo simplemente subía al castillo, sin entrar, porque tenía intención de volver otro día con más tranquilidad. Desde la entrada del castillo se practicamente toda la ciudad. Me recordó mucho a lo que se ve desde un monte de Atenas, otra ciudad con mucha gente que vive en casitas pequeñitas, lo que la hace muy extensa.
La lucha libre
Del parque regresé porque había comprado entradas para ir al Arena México, a ver un combate de lucha libre. La excursión incluía una visita a una pulquería para beber pulque, una bebida obtenida a partir de un cactus que se va fermentando poco a poco, incluso después de bebida. Después de tomar el pulque fuimos al Arena México y nos pusimos en el lado de animar a los "buenos". Fue muy gracioso; si ya en la tele, donde la te ponen el plano que les interesa, se ve que es tongo, en directo ya es escandaloso. Pero a la gente le da igual y se ponen a gritar como energúmenos, soltando toda la rabia que llevan dentro. Como ya sabéis, a mí me gusta integrarme, así que enseguida me uní al esto de espectadores con los gritos.
En el viaje de vuelta el guía nos contó que la víspera había ido otro vasco en la excursión. Al parecer a la vuelta había atasco y estuvieron bastante tiempo parados por la zona de Tepito. El vasco decidió que llegaría antes andando y se bajó, a pesar de las advertencias del guía. Pero Nicolás, un uruguayo que también estaba en el albergue dijo que luego le vio por la sala de ordenadores, así que llegó sin problemas.
Teotihuacán
El miércoles había contratado una excursión para ir a Teotihuacán, unas pirámides muy famosas que están cerca de México D.F. En esta excursión había un chico y una chica de Guadalajara, que habían ido a ver un concierto de Rammstein y aprovecharon el viaje, una defeña que vivía en Aguascalientes con su amiga koreana, que se conocieron en Canadá, y una chica de Costa rica, que estudiaba ingeniería en México. Como eramos más o menos de la misma edad pues terminamos llevándonos muy bien.
La excursión comenzaba con una visita a la plaza de las tres culturas. En esta plaza hubo en su día una serie de edificaciones aztecas, pero los españoles utilizaron las piedras para construir una iglesia. Hoy se pueden ver las ruinas de los edificios aztecas y la iglesia todavía en pie. Lamentablemente la plaza es famosa por una matanza que se produjo en 1968, donde el gobierno reprimió con violencia una concentración de estudiantes.
Después de esta plaza fuimos a ver la basílica (realmente ahora hay dos, la vieja y la nueva) de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México. Como se acercaba la fecha de la festividad (el 12 de diciembre) había un montón de gente en peregrinación. En la basílica nueva está colgado el poncho del mexicano que tuvo la visión, con la imagen de la virgen estampada, y lo más curioso es que para que la gente no se amontonase viéndola, había unas cintas mecánicas delante.
Al final ya llegamos a las ruinas. La guía nos contó cosas muy interesantes, y al final te dejan tiempo libre para visitar las ruinas a tu bola, es decir el museo, que justo estaba cerrado y subir a la pirámide del sol y de la luna. En lo alto de la pirámide del sol había un coreano al que le había dado una lipotimia y estaba pidiendo agua a la gente. Estaba más amarillo que de costumbre. ¿Por qué se que era coreano? No es que haya adquirido la capacidad de distinguirlos de los chinos y los japoneses; de hecho saqué muy mala nota en el test ese que circuló en su día. Lo que pasa es que la coreana del grupo les entendía cuando hablaban.
Al volver a México D.f. fuimos a cenar los tapatíos, la hidrocálida y la coreana (toma gentilicios que gastan por aquí).
Más vueltas por la ciudad
Al día siguiente quedé con la hidrocálida y la coreana para visitar el museo de antropología y el castillo de Chapultepec. a mí me gustó el museo porque había varias exposiciones relacionadas con los sitios donde ya había estado y podía decir "eso ya lo he visto yo", pero al cabo de tres o cuatro horas te cansas y ya no tiene mucho sentido seguir con la visita, sobre todo cuando lo que falta son trajes regionales... Y el castillo merece la pena sobre todo por las vistas, aunque también te explican bastantes cosillas de l historia de México, aprovechando que en alguna habitación se hospedó tal o cual personaje famoso.
Lo curioso del día pasó al montarnos en un metro. Yo me monté en el vagón y justo entonces empezó a sonar el pitido de que se cerraban las puertas, pillando a la coreana en la mitad. es curioso que en vez de abrirse, las puertas se seguían cerrando, así que se salió, pero le pilló el brazo con la muñeca. al final tirando de las puertas consiguió sacar la mano, pero no os creáis que las puertas se abrieron. Menos mal que no pasó nada, simplemente en la siguiente parada me baje y esperé a que llegase su metro.
El zoo
El último día que pasaba en México había quedado para montar en el bus turístico a las once. Así que yo madrugué un poquito para hacer una visita relámpago al zoo. Yo nunca había estado en un zoo y la verdad es que me gustó bastante; un apena que no tuviese más tiempo para disfrutarlo más tranquilamente. Lo malo es que no vi el panda, pero por lo menos vi un panda rojo y un gnu (en realidad ñu, pero así no mola tanto).
El bus turístico
Me voy a permitir daros un consejo: no os montéis en el autobús turístico de México D.F. Bueno, a no ser que queráis conocer en primera persona los embotellamientos de la ciudad. El caso es que de aquí me fui a la estación de autobuses para volver a Celaya, que tenía equipaje que recoger.

Monday 17 January 2011

El Caribe

¡¡¡Ya ha pasado un mes desde que regresé del viaje y todavía no he terminado el blog!!! Saco menos tiempo para escribir que cuando estaba de viaje. Menos mal que me falta poquito.

El viaje
 Me había quedado en Chetumal, la capital del estado de Quintana Roo, a donde llegué desde Xpujil en un autobús de segunda clase. De aquí tomé un autobús a Tulum. Había unos cuantos, así que no tuve que esperar mucho. Durante el  viaje el aire acondicionado estaba a tope y estábamos todos protestando, pero el chófer decía que no se podía quitar. Afortunadamente en una parada hubo cambio de conductor, algo más comprensivo y apagó el aire.
Por lo demás de este viaje no cabe destacar nada más, salvo que pasamos por Laguna Bacalar y me quedé con las ganas de haber parado ahí. Laguna Bacalar es un pueblo situado al lado de una laguna. Se conoce como la laguna de los siete colores porque sus aguas tienen siete tonalidades de azul Esto se debe a que está formada por siete cenotes que se han desbordado y el agua de cada uno de estos cenotes tiene un color ligeramente diferente a la de los demás. Me lo apunto para la próxima vez que vaya a México o a Belice, que está cerca.

Tulum
A Tulum llegué ya de noche, así que no me compliqué mucho la vida y fui a un albergue al lado
de la estación de autobuses y me fui a cenar.Aquí fue cuando me di cuenta de que esto ya no era el México barato que había conocido hasta ahora. Normal, esto ya no es una zona de vacaciones para mexicanos o para mochileros perdidos. Esto estaba lleno de europeos y de estadounidenses, bueno y de australianos, que siempre había alguno, y por lo tanto los precios estaban adaptados a este tipo de turismo. Aún así era más barato que Europa, pero claro, yo venía de otras partes de México.
Tulum como pueblo no es gran cosa, basicamente una calle atestada de restaurantes y de hotelitos. La playa está lejos, como a una media hora larga andando. La playa era larga, de arena blanca y aguas cristalinas, aunque como estaba algo picada se veía algo de arena donde rompían las olas. A lo largo de la playa hay  más hotelitos y cabañas para rentar, que aunque tenían buena pinta, pues estabas lejos de todo. bueno, menos de las ruinas, que estaban al lado de la playa.
Las ruinas de Tulum no pasarían de ser unas ruinas del montón si no fuese por su ubicación; están situadas en la costa y dentro de la muralla de la ciudad hay una playa en la que es posible bañarse. Y bañarse en el mar caribe mientras observas un templo maya pues está bastante chido.

La gente en Tulum
El albergue tenía un patio con una larga mesa en el centro donde se hacía el desayuno. Así que mientras desayunaba mis cereales conocí a un alemán, Christopher, que estaba haciendo un viaje de tres semanas desde México hasta Costa Rica. Luego coincidimos en el autobús del albergue para ir a la playa, así que hicimos juntos la visita a las ruinas. Más tarde, cuando estábamos esperando al autobús de vuelta conocimos a una pareja de alemanes que estaban viajando desde Argentina hasta Canadá en una caravana todo terreno. Vaya bicho más impresionante. Creo que llevaban dos años y su idea era volver a Alemania al terminar el viaje, pero solamente para arreglar la caravana y viajar por África. Impresionante. 
A la tarde fuimos a ver un cenote que había cerca de Tulum: el Gran Cenote. Aquí fuimos con más gente; dos estadounidenses (Jason y otro), una belga (Roos), dos francesas amigas del otro estadounidense, y un italiano que estaba bebiendo un cubata de tequila, a las doce del mediodía... Fue un caos conseguir reunirnos todos. Cuando llegaba uno otro tenía que ir a hacer no-sé-qué, o sino se le ocurría invitar a no-sé-quién. Al final decidimos ir los cuatro que estábamos en un taxi, y los otros cuatro que se buscasen la vida. Cuando decidimos esto ya estábamos los ocho. Que cosas.
A primera vista el cenote no era tan impresionante como el de Mérida, pero cuando te metías veías que era más complejo. Este cenote se conectaba con otros por grutas subterráneas por lo que vimos pasar a varios submarinistas. Además había una cueva en la que te podías meter nadando. Al principio parecía oscura y que no se vería, pero en cuanto te adaptabas se veía perfectamente. Además había tortuguitas...
Cuando regresamos del cenote cada uno se fue por un lado; Roos se iba a Coba a ver más ruinas, Christopher agarraba el autobús a Flores (Guatemala) a la noche, los estadounidenses se quedaban un día más y yo tomé un autobús a Cancún, para ir a Isla Mujeres.

Isla Mujeres
No sé muy bien por qué decidí ir a Isla Mujeres. La cosa es que Tulum me había decepcionado un poco, porque yo esperaba algo como Mazunte. Me habían dicho que Cancún no merecía la pena, y que Playa del Carmen, sin llegar a tanto nivel de falta de urbanismo, era también muy turístico. Así que me quedaban tres islas: Cozumal, Isla Mujeres y Hobox. Cozumal es famosa entre los buceadores, sobre todo desde que Jacques Cousteau hiciese un documental en esa isla. Hobox es la menos turística, y tal vez la que más se parecería a lo que vi en la costa Oaxaqueña, pro ya no es Caribe, sino el Golfo de México y ya no hay aguas cristalinas. Así que opté por Isla Mujeres como un compromiso entre ambas. Además siempre tendría tiempo de ir a Isla Hobox si no estaba agusto en Isla Mujeres. Claro que nunca fui.
Cuando llegué a la estación de autobuses de Cancún me dirigí directamente a la parada de colectivos a Puerto Juarez. Me habían dicho que no perdiese ni un minuto en Cancún y no tenía intención de comprobar si era verdad; me limité a creérmelo. En el colectivo conocí a una alemana que estaba visitando a una amiga que vivía en México y más o menos me confirmó que no había mucho para ver; ella hacia muchas excursiones a otros sitios, como Isla Mujeres o Chichén Itza. También me dijo que en la laguna de Cancún había cocodrilos, que no era posible bañarse. 
Isla Mujeres es una isla de unos ocho kilómetros de largo y entre trescientos metros y dos kilómetros de ancho. El pueblo está en la punta norte, y tiene tres calles de como mucho un kilómetro de largo. ¡¡Cuando llegué estaba lloviendo!! ¿Para eso me voy yo al caribe? La verdad es que los dos primeros días en Isla Mujeres el tiempo no fue muy bueno. Pero por lo menos no llovió más. Para compensar decidí darme el capricho de dormir en habitación privada. La única que tenían libre en el albergue era una con baño privado, aire acondicionado y televisión por cable. Vamos, la suite del albergue. Pero solo estaba libre por una noche, así que al día siguiente me tenía que cambiar. Como no hacía calor como para usar el aire y la tele no la veía, así que no me importó cambiarme; así me ahorraba unos pesillos. Esta habitación estaba libre solo para un par de días, así que me pasé la mitad de las mañanas preguntando en recepción si había alguna habitación libre. Al final tuve suerte y no me tuve que mudar más.
El albergue tenía playa, pero daba a mar abierto y no se podía bañar. Afortunadamente un poco más lejos había otra playa  donde si se podía bañar. Era justo donde se juntaban la playa del albergue y la playa norte. Ahí había una islita con un hotel, un puente de madera que unía el hotel con la isla y una playa de arena blanca y aguas muy cristalinas. El agua no era muy profunda, pero como las corrientes eran muy fuertes. Estaba bien para nadar sin moverse del sitio. Como el sitio me gustó repetí todas las mañanas y un par de tardes.
El resto del día lo dedicaba a diferentes actividades. Un día me fui a pasear por la isla. Resulta que por la mitad de la isla hay otro pueblo. En este es donde viven los mexicanos y apenas se veían turistas. Eso sí,por la carretera había un montón de turistas que habían alquilado su carrito de golf para recorrer. Un poco más lejos había unos cuantos hoteles, todos con playas de arena blanca y aguas cristalinas, y también una barra y juegos para amenizar a los turistas borrachos. Había un centro para tortugas y un parque con delfines pero preferí no entrar y me fui directo a las ruinas mayas del extremo sur de la isla.
En la entrada a las ruinas había tiendas en un lado y un restaurante en el otro. Yo fui por las tiendas.Aquí fue donde un tipo me dijo que me hacía buen precio si hablaba español. Yo pasé y llegué al fina de las tiendas para comprobar que un muro de medio metro me impedía el paso. Como no me aptecía dar toda la vuelta lo salté. Cuando salí pude comprobar que me acababa de colar en las ruinas. Menos mal, porque son cuatro piedras y te cobran lo mismo que en Chichén Itzá.
El resto de días lo pasaba en el albergue,en la palapa o en una hamaca. Todas las tardes había taller de malabares (sí, por fin tengo foto malabareando), y había red de volley, mesa de pin-pon y juegos de mesa varios. Por la noche abrían el bar de la playa y a veces hacían una hoguera y algún grupo tocaba un concierto. Vamos, que no me aburría...

La gente en Isla Mujeres
El taller de malabares lo impartía Diego, un argentino voluntario que no pagaba el dormitorio a cambio de dar el taller. el primer día también apareció por ahí Roberto, y ahí estuvimos los tres haciendo un "passing". Con deciros que yo era el que tenía que hacer de vértice... Otro día apareció un estadounidense de Arizona que controlaba un poco más, y otros días me escaqueaba, que tampoco tenía ninguna obligación de ir al taller...

Roberto era un mexicano que trabajaba pinchando en el bar de la playa del albergue. También era el cantante de un grupo que tocaba versiones y algún tema propio en bares y restaurantes, y un par de días en el albergue. El segundo día me contó que le habían echado del piso porque había tenido algún problema con la casera, así que finalmente terminó durmiendo en una habitación que le dejaron en un bar, de forma temporal. Cuando me fui todavía no tenía nada definitivo. Un día fuimos con un amigo de Roberto y un canadiense del albergue a cenar a la azotea del bar y luego estuvimos watcheando una peli (Traffic) en la habitacioncilla esa. Al final no la terminamos porque se hizo tarde y Roberto tenía concierto en el albergue.

El canadiense era un tipo curiosos también. Era un cámara autónomo que se dedicaba a hacer reportajes por el mundo. Además de grabar también hacía el montaje y luego lo vendía a alguna cadena de televisión. Estaba siempre con la cámara encima y de vez en cuando tenía que correr para grabar algo que le había parecido interesante. Lo mejor es que si te veía sacando una foto te decía que era mejor que te pusieses en otra posición para que la luz hiciese no sé qué y que lo ideal sería que aquel se quitase la camiseta amarilla por cosas del color de la escena...

Un día que estaba en la palapa había dos jugando al ajedrez. Uno era Mario, un canadiense francófono de ascendencia italiana y ex-casado con una méxicana. Ahora la ex-mujer se había quedado en Canadá y el tenía intención de montar un albergue en la costa del Pacífico de México, pero de momento se iba a dedicar unos meses a viajar por Centroamérica. Jugando al ajedrez apareció Milo, un francés del que os contaré la historia en otra sección (sí, sí, en la del friki). Al final entre partidas de ajedrez, partidas de pin-pon y cervecitas en el bar de la playa pasamos bastante tiempo juntos.

Un día fuimos a comer con Blanca, una mexicana que se dedicaba a dar masajes en el albergue. Como se conocía los restaurantes nos llevó a uno barato y bueno donde comimos un besugo entre los tres, acompañado de arroz y pasta, también para compartir. Estaba bueno. Durante la comida blanca derivó el tema de conversación hacia un tema espinoso: mezclo religión con política. Afortunadamente, cuando ya estaba explicando que Obama era Satán, Mario dijo que estando en una playa del Caribe  no merecía la pena hablar de esos temas. Por lo demás Blanca era una chica maja que en sus ratos libres daba clases de castellano a los viajeros del albergues. La primera lección que pedían todos era conversaciones típicas de discoteca para ligar. No sé para qué, si no se relacionaban con los lugareños y entre los viajeros lo normal era hablar en inglés...

Un día terminé jugando a voley-playa. Por allí pasaron unos catalanes que querían jugar y les faltaba uno, y como yo andaba por allí... Estos se iban a una boda en Mérida, y aprovecharon para hacer un poco de turismo por Cancún. Como regalo para los novios llevaban un vídeo echo por ellos, pero no les funcionaba, y como yo andaba con el portátil por allí me pidieron comprobar si era por su ordenador o era cosa del vídeo. Yo casi no sé sobre temas de vídeo, pero me da que aquello estaba más corrupto que el caso Malaya. Ellos pensaron que era porque mi ordenador tenía Linux, así que se fueron a buscar un Mac. No sé como terminaría el regalo.

Vamos, que si te pasas cinco días en la misma palapa terminas conociendo a un montón de gente...

El más friki
Milo es un francés que quería ir a visitar a su hermana, que está en Australia. Así que entro en una página de estas de comprar billetes de avión y puso París-Melbourne. Tres meses que tenía pensado estar en Australia, aprovechando para recorrer la islita. Todo contento se sube a su avión, que hacía escala en Nueva York, y cuando llega a su destino se le hae raro lo rápido que se le ha pasado el segundo viaje, nueva York-Melbourne. Además en el aeropuerto solo se ven dolares americanos, no australianos. Entonces es cuando se le ocurre preguntar donde está y se da cuenta de que en Florida hay un pueblecito que se llama Melbourne. Tras pasar una semana en Florida vio que aquello era demasiado caro y decidió irse a Centroamerica una temporada. Otro que iba sin planes, perdiendo posiblemente el viaje de vuelta.

Lo bueno
Cuando compré el boleto del ferry yo pedí uno sencillo, pagué el coste de un boleto sencillo, pero me dieron un boleto redondo. Así que el viaje de vuelta me salió gratis.

Lo malo
Muchos albergues y tiendas están tan enfocadas al turista que ni se molestan en poner carteles en castellano y los precios directamente en dolares. En una tienda del aeropuerto de Cancún había unas barajas de cartas que quería comprar. Le pregunté a la dependienta por qué tenían el precio solo en dolares y me contestó que los dueños eran estadounidenses y eso les hacía la contabilidad más fácil y que la mayoría de los clientes eran también estadounidenses. Ahí se quedó con sus cartas en dolares, que yo me fui a la tienda de al lado que estaban en pesos y encima más barato. Lo que no entiendo es cómo los estadounidenses no se dan cuenta de que por ahorrase hacer la conversión de dolares a pesos están pagando las cosas bastante más caras.

Lo que he aprendido
Cando jugábamos al ajedrez había demasiadas diferencias de nivel, así que Milo nos enseño dos alternativas: el "ajedrez refuse" y el "ajedrez tres bombas".

En el ajedrez tres bombas cada jugador escribía tres casillas donde el ponía sus minas. Si el jugador contrario movía una pieza a esa casilla la perdía automáticamente y se resituaba la mina en cualquiera casilla de las que estuviesen libres en ese momento. Salían partidas muy raras, porque si lo normal es tratar de controlar el centro, aquí estaba completamente vacio, algo de lo que se percató una borracha entendida que pululaba por allí. En fin, que luego se puso a cantar en el concierto dando más pena todavía.

En el ajedrez refuse se juega normal, salvo que puedes rechazar la primera propuesta de movimiento del contrario en cada jugada. Si rechazas uno ya tenías que aceptar la siguiente opción. Por ejemplo si pongo la reina al lado del rey contrario, dándole jaque, lo normal es que el rey me coma la reina, pero yo rechazo esa jugada y tiene que mover el rey a otra posición... si puede, claro. Esto generaba juegos muy agresivos, porque no tenías por qué defender tus piezas.


Thursday 23 December 2010

XPujil

Como le había pillado el gustillo a esto de las ruinas, decidí que quería ver también las de Calakmul. Para visitar estas ruinas había dos opciones, desde Campeche o desde Xpujil, y yo decidí ir a Xpujil por dos motivos; en primer lugar poque está más cerca de las ruinas, y en segundo lugar porque Campeche está en dirección a Mérida (donde ya había estado) y Xpujil en dirección a Tulum, que es a donde quería ir. Así que me salí de la ruta estándar para turistas, lo que conlleva unas consecuencias...

El pueblo
Para llegar a Xpujil desde Palenque no hay autobús directo, hay que hacer trasbordo en Escárcega, donde tuve que esperar unas dos horas. Por un momento me animé a aprovechar este tiempo, pero cuando salí de la estación de autobuses y vi un cartel que indicaba que el centro estaba pelín lejos, que el sol pegaba fuerte y que tendría que ir con el mochilón, me acordé de Oklahoma City y decidí sentarme tranquilamente en la sala de espera de la estación a que llegase mi autobús y me llevase a Xpujil, a donde llegue a media tarde.
A pesar de que Xpujil no está en las utas principales de turistas, si son conscientes de que tienen un montón de ruinas cerca. Así que ya están preparados para absorver la futura avalancha de turistas. En la única calle del pueblo hay un montón de hoteles, unos cuantos restaurantes, un par de cibercafés y un montón de taxis. 
Lo primero que hice fue buscar alojamiento, y tras preguntar en varios sitios, me alojé en las cabañas de "Don Jorge". Creo que tendría que haberme estirado un poco más, sobre todo porque la ducha apuntaba directamente a la taza del váter; muy práctico si tienes prisa, pero bastante molesto en circunstancias normales.
Lo siguiente que hice fue buscar alguna excursión para visitar las ruinas al día siguiente y entonces fue cuando comprendí porque un pueblo de una única calle tenía tanto taxi: para llevar a los turistas distraídos a las ruinas. Efectivamente, la única forma de ver las ruinas es en taxi. al final acepté la "oferta" de uno de ellos porque sino hubiese ido a Xpujil para nada y porque al cambio tampoco era muy caro (cincuenta euros y el taxista estaba siete horas contigo, dos para ir , dos para volver, y tres horas que te esperaba mientras visitabas las ruinas), y menos si se va en un grupo de cuatro. Desgraciadamente solo había otro grupo de turistas en el pueblo, y ya eran cuatro para llenar un taxi, así que me tocó ir solo.
Calakmul
A la mañana siguiente había quedado pronto con Ezequiel, el taxista. Según él, era mejor ir pronto por la mañana para ver más anímales, así que a las cinco de la mañana ya estaba esperándole. Mientras esperaba pasó una patrulla de la policía municipal y les debí de parecer sospechoso, porque se pararon a ver que hacía a esas horas ahí parado. Al poco llegó Ezequiel en su taxista con una señora. Que casualidad que tenga una clienta que viene justo aquí, pensé, pero no, era su mujer. La verdad es que está bien pensado, si tienes que esperar tres horas a un cliente mejor esperar con tu pareja. De camino a las ruinas el tipo aprovechó para comprar su almuerzo. Paró en un poblado porque una señora hacía unos tamales que vendía por diez pesos, bastante barato así que me compré otro para mí.
Lo bueno de ir pronto, aparte de que vimos un montón de pavos, es que no hay guardas, así que entras gratis en el parque y en las ruinas (de todas formas te cobran la salida...).  Además es verdad que se ven muchos animales; una vez en las ruinas vi jabalís, más pavos y también vi un pájaro carpintero. Me costó encontrarlo, pero al final lo vi y por eso se que era un pájaro carpintero, porque hasta entonces sólo oía ruidos intermitentes de vez en cuando. Desgraciadamente se fue volando antes de que le sacase la foto...
Pero lo mejor de Calakmul es que al subirte a una de las dos pirámides grandes que hay te sitúas por encima de todos los árboles y puedes disfrutar de unas vistas espectaculares de la selva; de hecho en los días muy despejados se puede ver Tikal, unas ruinas muy famosas que están a cuarenta kilómetros al su en Guatemala. A pesar de la corta distancia que las separan, no hay carretera directa y para ir a ellas hay que dar una vuelta del copón. En fin, que las ruinas de Calakmul mola, porque están en la selva, no hay gente y desde las pirámides se ve toda la selva.
La huída
Después de estas ruinas fui a ver las de Balamku. Esto es un extra que negocié con el taxista, pero en Balamku no hay gran cosa salvo unos frescos que se ven en cinco minutos, así que un poco pasado el mediodía ya estaba de vuelta en Xpujil. Hubiese podido quedarme a ver el Barça-Madrid, madrugar al día siguiente para ver las ruinas de Xpujil (justo en frente de posada Don Jorge) y agarrar el autobús de las diez y media a Tulum, por cierto el único directo.
Sin embargo hice el sacrificio de perderme el partido y hui del pueblo ese. Compré un boleto para el próximo autobús a Chetumal, capital del estado de Quintana Roo y ahí ya me buscaría la vida. Para el que no lo sepa, Quintana Roo es el estado de México de la costa del caribe, donde está Rivera Maya. El boleto que compré era para un autobús de segunda clase; en estos autobuses no hay maletero, así que tuve que subir con las dos mochilas arriba. A mitad de camino nos paró un control del ejercito. Yo ya estaba acostumbrado a los controles, así que no me inmute mucho, pero al soldado que subió le debió de parecer sospechoso un güero entre tanto maya, así que decidió que tenía que registrar mi mochila, la pequeña. Yo le ayudé, le abría todos los bolsillos, le decía que era cada cosa y luego lo volvía a poner en su sitio. El soldado le debió de parecer muy fácil así que me dijo que ahora la mochila grande. Yo le miré, miré la mochila, la agarré, se la dí y le dije que era toda suya. Se lo pensó mejor y decidió que era mejor dejarlo así.
La gente
En Xpujil no había turistas. Bueno, no por más de media hora, porque todos los autobuses hacían parada para comer en este pueblo. Sin embargo un grupo de cuatro personas se debió de distraer como yo y se quedaron en el hotel. No les vi más hasta que a la mañana siguiente me los crucé en las ruinas, cuando yo salía y ellos entraban; pobrecillos como hubiesen subido a las pirámides con el calor que hacía a esas horas...
Pero lo curioso del pueblo no son los turistas, son los lugareños. Por un momento pensé que había vuelto a Washington DC. Yo hablaba a la gente y la gente me miraba y sonreía. Me chocó un poco, porque aunque mi acento pueda sonar raro, hasta ese momento no había tenido problemas. Indagué un poco, por si era un pueblo donde hablaban alguna lengua maya, pero que va, solo español. Me quedé con la duda del porqué de su comportamiento, sobre todo cuando pude comprobar que si que me entendían... Igual vuelvo algún día y hago un estudio: "Semejanzas y diferencias en el comportamiento de las poblaciones de Washingotn DC y Xpujil ante la presencia de extranjeros".
El más friki
El más friki aquí fue un taxista. Según me bajo del autobús me pregunta si quiero un taxi. Yo le digo que no y le pregunto por al oficina de turismo. El tío muy amablemente me señala un camión que está girando a unos 500 metros por una calle y me dice que es por ahí. A mí me huele mal, porque allí no había nada, así que siguiendo el sabio consejo de preguntar por todas las direcciones tres veces le pregunto a una chica que andaba por allí:
-¿Sabes donde está la oficina de turismo?
-No.
Vaya, no sabe, tendré que preguntar a otra persona. Pero yo, que tengo la mente muy retorcida, decido jugármela con otra pregunta más.
-¿No sabes o no hay oficina de turismo?
-Creo que no hay-Que friki el taxista ese, por no llamarlo otra cosa...
Lo mejor
Las pirámides de Calakmul son altas, lo que permite tener buenas vistas de la selva. Yo me salí de la ruta sugerida y primero subí al templo VII. Desde ese templo se puede ver como al otro lado de la plaza hay otro edificio más alto, el II. En lo alto de este segundo edificio decidí comerme el tamal que me había comprado por la mañana; es una masa de maíz con algo de carne, que no es de lo mejor que he probado pero estaba bueno. Tras comer el tamal descubrí que no estaba en lo alto del templo, porque tenía otra construcción por la parte de atrás, así que subí un poco más y descubrí que había otro edificio más alto, el templo I. me cansé un poco de bajar y subir escalones de piedras, pero en lo alto del templo I no había árboles que impidiesen la vista en ninguna dirección.
Para los que no les guste subir muchas escaleras pueden ir directamente al templo I, aunque la construcción del II me pareció más interesante.
Lo peor
Aunque Xpujil está muy preparada para el turismo, le falta lo más importante, una empresa que organice excursiones a las ruinas. Claro que si no hay turismo no sería muy rentable, pero si no hay excursiones difícilmente habrá turismo... No sé qué de la pescadilla.
Lo que he aprendido
A no salirme de las rutas para turistas, que a estas alturas del siglo XXI difícilmente voy a descubrir nada nuevo.

Friday 17 December 2010

Palenque

No me podía ir de México sin visitar Palenque, así que a pesar de los kilómetros extras terminé en este pueblo famoso por susu ruinas mayas.

El pueblo
La verdad es que apenas pisé el pueblo. Según me bajé del autobús agarré la camioneta que conecta el pueblo con El Panchán. El Panchán era un rancho situado junto a la entrada a las ruinas. Con el auge de las ruinas, el rancho se repobló con la vegetación típica de la zona, osea, jungla, y se convirtió en un complejo turístico, con varios hotelitos y cabañas de alquiler y un par de restaurantes. El único vestigio de tecnología que se veía en El Panchán era la luz eléctrica; nada de wifi, internet o cobertura para el celular. Yo me quedé en el Jungle Palace, en una cabaña amueblada con lo básico, una cama, una silla y una mesita. También tenía mosquiteras en las ventanas, que aunque prevenían las picaduras de mosquitos por la noche, no conseguían evitar que al despertarte vieses un montón de hormigas y termitas en la cama. Por lo menos esas no pican.

Llegué al Panchán poco antes de las nueve de la mañana, y como a base de repetir errores uno ya escarmienta, lo primero que hice fue preguntar por las excursiones. Había dos, una a Yaxchilán, que salía a las seis de la mañana y otra a las ruinas de Palenque y a las cascadas de Agua Azul y Misha Ha, que salía a las nueve y fue a la que me apunte. Justo justo me dio tiempo a dejar la mochila en la cabaña.

Palenque (Las ruinas)
Las ruinas están situadas en una reserva ecológica cuya entrada al lado de El Panchán, y como estos mexicanos son muy cucos te cobran primero por entrar al parque y luego por entrar a las ruinas. El francés Silva me había comentado que era posible colarse en el parque por un camino que salía desde El Panchán, y una vez dentro agarrar una camioneta, porque las ruinas estaban un poco lejos de la entrada, y si entras en las ruinas antes de las ocho de la mañana no hay guardas, así que es posible entrar por la puertilla que hay en frente del museo. 
Al llegar a las ruinas contraté los servicios de un guía para que me explicase cosillas de las ruinas. Las ruinas están bastante bien y ganan bastante con la explicación del guía, que me llamaba joven. El guía se sentía orgulloso de sus antepasados mayas; me cotaba que los mayas tenían un calendario muy preciso, que eran muy avanzados; también me contaba que estudiaban los palanetas, tenían muchos conocimientos de astronomía, eran muy avanzados; los mayas también dominaban la escritura y las artes, y creaban diferentes tintes, y eran muy avanzados en este aspecto también; además las piedras eran muy grandes y pesadas, y estaban talladas, y no tenían ruedas ni herramientas de metal, así que tambień eran muy avanza... esto, eh... eran muy fuertes los mayas.

Pero lo mejor de contratar un guía fue cuando me llevó a dar un paseo por la jungla. Me enseñó de donde se saca el caucho (luego tuve todo el día la mano pegajosa, parecía que tenía un moquito...), clavo que se usa como analgésico para el dolor de dientes, plantas para obtener tinte verde, lianas para hacer un poco el Tarzán, un nido de termitas, arañas, y demás cosas que se ven en la jungla. Cuando terminamos el paseo estaba fuera del recinto de las ruinas, así que también es posible colarse si uno se atreve a andar por los senderos de la selva. 
El guía me acompañó para que pudiese volver a entrar al recinto y poder dar un paseo por mi cuenta, que todavía tenía como hora y media hasta que la furgoneta del tour me pasase a buscar. Así que me subí a las ruinas para sacar fotos y visité los Baños de la Reina, una serie de cascadas que formaba un riachuelo y que creaban una serie de bañeras a diferentes alturas donde se supone que se bañaba alguna reina maya. Estaban muy chido, aunque no era posible bañarse. 

Misha Ha y Agua Azul
Misha Ha es una cascada que forma una poza en la que es posible bañarse. La pena es que solo teníamos media hora para la visita a este así que me fui directo a la cueva que hay detrás de la cascada. Tras pasar por detrás de la cascada y ver el arcor-iris que forman las gotas de agua se llega a una cueva Para entrar hay que mojarse hasta las rodillas. Yo estaba con las botas de trekking así que me las quité y fui descalzo. La señor que estaba delante me dijo que me podía cortar, que ella prefería mojarse las zapatillas y luego cambiarse. Claro, yo si tuviese unas alpargatas de lona tampoco me importaría mojarlas... El caso es que una vez dentro de la cueva se ve otra cascada con otra poza; en esta es más difícil bañarse, porque está muy oscuro, pero supongo que si llevas una linterna sumergible no habrá problema. Yo opté por salir de la cueva y tomarme un jugo de naranja, que con el calor y la humedad que había lo estaba pasando mal...

Después de Misha Ha llegamos a Agua Azul. Aquí ya nos dejaron dos o tres horas para disfrutar de estas aguas que más bien deberían llamarse Agua Marrón. En la parte de abajo de las cascadas no se puede bañar hay bastantes corrientes, pero subiendo por el camino se llega a la parte de arriba; es imposible perderse, solo hay que seguir la hilera de puestos de comida, ropa y artesanías. Al llegar arriba hay unas especie de piscina donde la corriente es menos fuerte, con zonas donde cubre por la rodilla hasta zonas más profundas donde alguien ató una cuerda a un árbol para balancearse y tirarse luego al agua. Aquí me bañé, pero literalmente, porque después de pasar una noche en un autobús y visitar unas ruinas mayas y unas cascadas con un nivel de humedad bastante alto, realmente me hacía falta. Que conste que el agua estaba marrón antes de que me metiese yo.

Yaxchilán y Bonampak
La excursión del segundo día salía a las seis de la mañana, así que ese día tocó madrugar. Tras unas cuantas horas en la furgoneta llegamos a Frontera Corozal. Éste es un pueblo situado al lado del río Usunacinta, que marca la frontera entre México y Guatemala. Es decir, a un lado del río es México y al otro es Guatemala. Frontera Corozal es un punto ds e paso de mochileros porque se puede abordar una lancha que te lleva a Flores en Guatemala. Aunque es una forma un poco más larga de llegar a Guatemala, sin duda es la más interesante. 
Nosotros sin embargo agarramos la lacha en dirección contraria, hacia Yaxchilan. Estas ruinas me encantaron, porque aunque en lo que respecta a piedras no tiene nada de especial, están en medio de la selva y puedes ver a murciélagos en el interior de los templos y monos curiosos que se balancean en las ramas por encima de tu cabeza.

El monito, que no quería posar.
De Yaxchilan fuimos a Bonampak, unas ruinas que no tienen nada pero que como pillan de camino pues se hace una parada de cuarenta minutos. En esos cuarenta minutos te da tiempo a ver los frescos, que es por lo que son famosas estas piedras. Si tienes suerte como yo, es posible que te cuadre un grupo que va con guía justo delante tuyo y te lleves la explicación gratis por la patilla. Yo de la explicación no me acuerdo mucho, pero el grupo estaba formado por profesores universitarios españoles que habían estado en algún congreso en México DF y ahora estaban de vacaciones por Chiapas. Además de ver las ruinas de Yaxchilan y Bonampak ellos también iban a pasar una noche en un poblado de indios lancandones, con paseo de cuatro horas por la selva incluido. Me lo apunto para la próxima vez...
La gente
Aquí no tuve mucha suerte, porque en las dos excursiones que hice me toco todo parejitas, que suelen ir un poco más a su bola. Sin embargo en la excursión a Yaxchilan había otro mochilero solitario, un belga francófono. Como hablaba francés él también conoció a una pareja de franceses que hablaban un poco de castellano, así que se montó un pupurri de idiomas; ellos hablaban francés, yo con el belga castellano y con los franceses inglés... Un lío vamos.
A la noche estuve cenando con el belga en El Panchán y me estuvo contando su viaje. Al parecer lo que más le había gustado era la ruta de Barranca del Cobre, que se puede hacer en el único de servicio de tren para pasajeros de México. Como ciudad me contó que le había gustado mucho Morelia, aunque creo que ya ahora no está como para visitarla mucho...
La última mañana en Palenke coincidimos todos en la estación de autobuses; el Belga iba a Campeche, la pareja creo que a Tulum, y yo que no lo tenía muy claro decidí ir a Xpujil, una aventura, que dej opara el próximo post.
Lo mejor
Las ruinas de Yaxchián. Ya he dicho que como conjunto de piedras no es de las más impresionantes, pero el hecho de tener que llegar en lancha, de ver monitos que te mean desde las ramas (es un decir, no nos meaban), y meterte dentro de un templo para ver arañas y murciélagos está chido.
Lo peor
En El Panchán hay todo tipo de gente; hay mochileros que van a hacer turismo y mochileros que van a hacer fiesta. Y claro, las paredes de las cabañas no son muy solidas (aunque igual el que las ventanas no tengan cristal influye más). Así que se oye mucho la juerga de los demás, y despertarte a la una de la mañana cuando te tienes que levantar a las cinco pues no mola mucho.
El más friki
El guía que he dicho que me cuadró en Bonampak era un fiera. El güey hablaba inglés, francés y alemán aparte de español por ser mexicano y un par de idiomas prehispánicos por ser maya.
Lo que he aprendido
Cuando me levanté para ir a Yaxchilán todavía era de noche, y aunque no se veía nada se oía a algún tipo de animal rugir o graznar o aullar o algo. Yo no sabía muy bien que era, pero el belga francófono me dijo que eran monos aulladores. Cuando llegó la recepcionista de las cabañas nos enseño un árbol cercano donde estaban los monos. Es increíble como una cosita tan pequeñita puede hacer tanto ruido.

Thursday 9 December 2010

Mérida (Yucatán)

La ciudad
A Mérida también llegué pronto por la mañana y ya se empezaba a notar el calor húmedo que iba a sufrir durante el resto del día. Como no sabía muy bien que iba a hacer en la ciudad, salvo adelantar la excursión a Chichen Itza, que en principio iba a hacer desde Tulum, dediqué un poco más de tiempo a buscar alojamiento. Tras visitar el albergue "Nomads Youth Hostel" y un par de hoteles que me recomendó un lugareño que me tomó por italiano, decidí que no me gustaban y terminé en el Hostal Zócalo, en la misma plaza del centro de la ciudad. La verdad es que la guía planeta solitario recomienda el Nomads, pero el Zócalo está mucho mejor situado, con mejores habitaciones y con un gran desayuno por el mismo precio. Claro que no tiene alberca, una especie de piscina pero con agua sucia...

Para cuando me asenté, otra vez ya había perdido la opción de realizar todas las excursiones organizadas para ese día. Salían todas a eso de las nueve de la mañana. Esta vez me lo tomé con calma y me senté en los arcos del albergue, en el patio interior del edificio. No sé si es consecuencia de la arquitectura, cosa del clima local o casualidad, pero se formaba una corriente de aire que invitaba a quedarse ahí, evitando el bochorno que hacía ne la calle. Así que me lo tomé con tranquilidad. Un ratito sentado, contemplando las plantas, con las brisa y jugando con "Pasha", un gatito negro que tenían en el albergue. 
Uxmal
Cuando decidí que era momento de aprovechar el tiempo me decidí por escribir el post de San Cristobal de las Casas. Sin embargo no tuve tiempo, porque enseguida aparecieron una pareja de franceses que buscaban a alguien para compartir los gastos de rentar un auto y hacer una excursión a la ruta Puuc. 
Simplemente rentar el auto ya fue una aventura. El francés, Silva, parecía bastante bueno regateando, y consiguió que los trescientos cincuenta pesos que costaba el auto por un día incluyesen los impuestos y la opción de devolverlo al día siguiente. La chica, Aurelia (a partir de ahora Oguelí) y yo no hacíamos mucho, salvo meter ruido para decir que lo qu epedían ellos era mucho. Después de esto llegó revisar el auto, un Chevy, que no era otra cosa que un Opel Corsa. Al parecer Chevrolet tiene algún tipo de relación con Opel y en Ámerica se comercializan como Chevy. Aquí menos mal que estaba Silva, porque yo hubiese marcado un par de arañazos, pero él prácticamente marcó el auto entero con fallos de pintura y bollitos. Miró hasta la tapa del depósito de gasolina, que efectivamente no cerraba bien con llave. Todo el croquis estaba marcado en rojo... Al parecer si no marcas todos los fallos, por mínimos que sean, luego te quitan dinero de la fianza. Tomo nota por si alguna vez rento un auto.

Cuando llegamos a las primeras ruinas de la ruta Puuc, Uxmal, una chica nos dijo que era muy tarde si queríamos ir a otras y luego ver esta, porque todas cerraban a las cinco de la tarde y ya eran las tres. Como la más impresionante era Uxmal, decidimos saltarnos el resto y entrar directamente en Uxmal. Las ruinas están bien, pero eché de menos la explicación de un guía, y más con las explicaciones de la guía Planeta Solitario; yo ya veo que el dintel tiene unos grabados, lo que quiero que me cuentes es la historia del edificio y de los grabados, no lo que ya puedo ver. La verdad es que la Planeta Solitario está muy bien para tema de hoteles y autobuses, pero en lo que se refiere a explicaciones deja bastante que desear. Menos mal que la guía de los franceses explicaba algo más.


Cuando nos "echaron" a las cinco fuimos a cenar a Muna, el pueblo más cercano a las ruinas, porque a las siete teníamos que volver para ver un espectáculo de luces y sonido en las ruinas. En Muna solo hay un restaurante; está en la salida del pueblo (aunuqe según se mire puede ser la entrada) y no abren hasta las siete. Preguntando nos enteramos de que la única opción para comer era un puesto de tacos en la plaza del pueblo. Estaban ricas y os podéis imaginar que si los sitios turísticos son baratos, esto era prácticamente regalado. Lo más caro fue la pepsi, a siete pesos la botella. 

A las siete volvimos a ver el espectáculo de luces y sonido. Me decepcionó un poco, porque aunque las ruinas quedaban muy chido con las diferentes luces, estas no se sincronizaban bien con la historia. Además las historias que contaban eran un poco pobres, intercalando mucha especie de poesía que junto con la cantidad de nombres en maya hizo que en varias ocasiones perdiese el hilo de la narración. Me pareció más interesante observar el cielo, ya que no había ninguna nube y se veían muy bien las estrellas y una luna llena preciosa.

Progreso
Se supone que el miércoles había contratado una excursión para ir a ver los cenotes. Había quedado con el de la agencia para que me lo confirmase a las ocho de la mañana, pero ahí no había nadie, y la de recepción del albergue me dijo que solía llegar sobre las diez. Perfecto, porque las excursiones empezaban a las nueve de la mañana...
Afortunadamente durante el desayuno conocí a Dan, un mexicano, y a Verónica de Granada y Danniel de Estados Unidos, una pareja afincada en Texas que se casa el año que viene. Platicando un rato decidimos que  rentaríamos un auto para ir a ver algunos cenotes, así que cada uno se fue a su habitación para hacer algunos preparativos antes de salir. Y pasó lo que suele pasar; mientras esperamos voy aprovechar para hacer no sé qué, y yo para hacer no sé cuál. Así que al final perdimos a Dan, que era el que sabía donde rentar el auto (más barato que la víspera) y como llegar a los cenotes. Así que Danniel, Verónica y yo decidimos hacer una excursión a Progreso y luego tal vez, si había tiempo, que al final no hubo, ir a Celestún, una reserva de aves.
Progreso es la playa más cercana a Mérida. Esta como a unos cuarenta minutos en autobús hacia el norte y está completamente preparado para turistas. El camino a la playa está abarrotado de restaurantes y de vendedores de artesanías y/o hamacas. Además como teníamos cara de gringos todos nos hablaban en inglés y, lo que me tocaba más las narices, nos decían los precios en dolares. yo les vacilaba un poco con esto, diciéndoles que no les entendía y luego que no tenía dolares, solo pesos. Con uno que vendía hamacas me detuve un poco más y mostré más interés, pero me fui sin comprarle nada. Yo no lo vi, pero me dijo Verónica que me debió de echar una mirada bastante poco amistosa. 
A otro vendedor que nos habló en inglés le pregunté si hablaba castellano. Gran error. Me dijo que el hablaba  español, no castellano, que eso lo hablaban en Europa. Yo le dije que podíamos discutir sobre el tema pero que lo que me interesaba era el ajedrez que vendía. sin embargo el tenía ganas de discutir y dijo que no le gustaban los españoles. Ahí se quedó, esperando a ver si aparecía algún estadounidense que le comprase algo, porque nosotros nos fuimos sobre la marcha, que tampoco era cuestión de incomodarle.
La playa da al golfo de México, no al Caribe, así que la arena no es blanca y el agua no es cristalina; de hecho estaba bastante turbia. Además han construido un malecón de unos dos o tres kilómetros que termina en un puerto para cruceros que no mejora mucho el paísaje. La playa estaba llena de chiringuitos, vendiendo coronas en dolares, a precio de Estados Unidos, con atracciones y actividades para que los turistas se entretengan mientras se ponen hasta arriba de cerveza (o tequilas). Tras pasear un poco decidimos que lo mejor era comer, un mero que nos prepararon para los tres que estaba bastante bueno, y largarnoTras el vas. 

Durante la comida una chica nos ofrecía masajes. Tras decirle que no le entendía, la tía se animó, y pensó que como ella hablaba mejor castellano le resultaría más fácil vender un masaje. Así que me plantó delante un papel con el precio en dolares. El problema es que el signo del dolar y del peso es el mismo, así que yo en vez de leer treinta dolares por media hora de masajes leí treinta pesos y le dije que si que quería. ¡Quién no quiere media hora de masajes por dos euros! Claro que cuando la chica me dijo que eran dolares le dije que pasaba. Pero me empezó a ofrecer ofertas y cada cinco minutos volvía con una oferta mejor. Yo siempre le decía que estaba comiendo, pero que cuando terminase, si quería un masaje, ya la buscaba. Su última oferta fue cuarenta y cinco minutos de masaje por doscientos pesos, pero pasé, quería volver a Mérida. Así fue como descubrí que no se me da tan mal regatear. Ahora solo me falta aplicarlo a las cosas que realmente quiero comprar, porque conseguir buenos precios en algo que no quiero no es muy útil...


Para ir a Celestún había que volver a Mérida, no se podía ir directamente, así que se nos hizo tarde y nos quedamos sin ver la reserva. A mí no me importó mucho, porque como ya he dicho alguna vez los pájaros tendrán el pico largo o corto, las patas largas o cortas, las plumas de colores o monocromas, pero al final son pájaros.

Chichén Itzá
El último día en Mérida hice una excursión a Chichén Itzá, esta vez contratada con el albergue, que además de costar lo mismo abren pronto por la mañana. Chichén Itzá son unas ruinas mayas declaradas como una de las siete maravillas del mundo en 2007. La excursión tenía guía, así que te enteras de bastantes cosillas, como por ejemplo porque todo el mundo aplaude cuando se pone delante del templo principal: para oir el eco, que se supone que es la voz del dios Kukulcán. Al parecer la acústica es tan buena que desde la cima del templo se pueden oír conversaciones que se mantienen en la base sin ningún problema. Desgraciadamente no se puede subir...

Personalmente me parece que las ruinas de Uxmal son igual de bonitas o incluso más, y al parecer también funciona lo del eco. Además como no es maravilla del mundo no hay tanto turista. Pero claro, si no vas a Chichén Itzá y no tienes una foto en la pirámide mítica pues parece que no has estado en México.
Después de las ruinas nos llevaron a un cenote. 
Los cenotes son conexiones con la superficie de sistemas de agua subterráneos. Pueden tener diferentes formas, como por ejemplo de pozo, o estar en una gruta o cueva. El agua en los cenotes es dulce,  muy cristalina y tibia. Es una gozada bañarse en ellos. De las diez personas que íbamos en la excursión yo fui el único que se bañó, aunque en media hora tampoco te da tiempo a mucho.

Después nos llevaron a comer a un buffet. Por lo general no diría esto, pero es que el buffet incluía espectáculo de bailes tradicionales, y uno de ellos era bailar con un vaso en la cabeza, y luego ya con una bandeja con vasos de chupito y una botella. Tras la comida volvimos a Mérida, donde me dediqué a hacer tiempo hasta agarrar mi próximo autobús, porque otra vez viajaba de noche.

La gente
Aquí me empecé a dar cuenta de que pululando por el albergue sin hacer mucho se conoce a bastante gente, como los franceses, Dan o Verónica y Danniel. Además de las visitas a Uxmal y Progreso que hice con ellos , luego coincidíamos por el albergue. Pero fuera del albergue también conocí a gente.
Cuando volví de Progreso, como no había tiempo para ir a Celestún, decidí ir a visitar la ciudad de Mérida. No pudo ser, porque según salí del albergue conocí a Gery. Yo estaba mirando la Planeta solitario para ver a donde podía ir cuando Gery se paró y me dijo que era el edificio de Montejo. A mí no me cuadraba esa frase, así que la entendí como una pregunta y lo busqué en la guía, pero al parecer Gery creía que yo estaba buscando que edificio era el que tenía detrás y por eso me lo dijo. Un malentendido como otro cualquiera.
Resulta que Gery es de Couchsurfing y suele acoger a viajeros en su casa. El caso es que terminamos platicando en un parque, pero de la ciudad me enseño justo la catedral. Dice que quiere ser educador  (estudia para eso) o sino político. La verdad es que dotes de orador no le faltan, y de educador tampoco, porque cada vez que venía un niño a vender algo le preguntaba a ver dónde estaba su mamá y a ver si iba al colegio. 
Gery me invitó a quedarme en su casa, pero ya tenía el albergue pagado, y además en este viaje no quiero hacer couchsurfing, que es una forma interesante de viajar, pero diferente.

Lo bueno
Los treinta minutos en el cenote. Las ventajas de una piscina (no sal, no arena) y las ventajas del mar (no cloro, natural y al aire libre). Encima como está en sombra no me tuve que preocupar por quemarme con el sol y tenía unas escaleras desde las que te podías tirar de cabeza , haciendo un tirabuzón, o simplemente de pie, como hice yo.

Lo malo
Con la entrada a Uxmal te dan dos boletos, uno de unos ciento diez pesos para el estado de Chiapas y otro de cincuenta y seis para el gobierno de México, e incluye el pase al n espectáculo de luces y sonido que hay a la noche. El boleto que miran, tanto para entrar de día como al espectáculo de la noche, es el del estado de chiapas, que cada día es de un color para que la gente no se cuele. Esto es importante para entender lo siguiente.

La víspera, otros franceses a los que yo no conocí estuvieron en Uxmal, con un tour organizado, por lo que no pudieron ver el espectáculo. Estos franceses creyeron que cada uno de los boletos era para una cosa, uno para entrar de día y otro para el espectáculo de noche. Como no pudieron utilizar el supuesto boleto de la noche se los dieron a Silva y Oguelí para ver si podían ahorrarse unos pesos en la entrada. A mitad de camino Silva se dio cuenta de que se había olvidado los boletos en el albergue, pero aun así siguió con la idea de ahorrarse los pesos. Por intentarlo no se pierde nada, así que como yo hablo mejor castellano le dije a la de la taquilla que habíamos venido la víspera con un tour y que no pudimos ver el espectáculo, pero que hoy habíamos venido con un auto rentado, y a ver si teníamos que pagar todo otra vez. La tía nos mandó al gerente, en la puerta de al lado, y esta vez hablo Silva, porque a mí ya me parecía mucho incluso aunque hubiese sido verdad o si por lo menos hubiesemos tenido los boletos. Silva insistió un poco, puso cara de circunstancias y se quejó de tener que pagar otra vez, pero no coló, así que compramos nuestros boletos respectivos.

Luego más tarde, cuando fuimos a cenar a Muta teníamos que sacar el auto del parking, y por lo tanto al entrar tendríamos que volver a pagar los veinte pesos que costaba (poco más de un euro). Empezó a regatear con el tipo del parking, y cuando le dijo que no podía hacer nada, puso la cara de circunstancia, se quejó de tener que pagar dos veces y se quedó ahí, esperando darle pena al guarda.

Yo creo que silva había leído algo sobre las mordidas y se cree que México es una especie de bazar donde se puede regatear por todo, a pesar de que los boletos tengan su correspondiente numeración y el sello de diversas instituciones y haya tornos para contar las personas o los vehículos que entran en los recintos. Me terminó cayendo un poco mal el Silva este...


El peersonaje más friki
Cuando rentamos el auto para ir a Uxmal quedamos con la agnecia en devolverlo la mañana siguiente a primera hora. Sin embargo, si lo devolvíamos antes de las nueve y media de la noche lo podíamos dejar en el garaje de la compañía y a sí ahorrarnos tener que buscar y pagar un parking público. como os podréis imaginar Silva hizo todo lo posible por ahorrarse el parking, así que a la vuelta del espectáculo de luces le pisó bastante; es un decir, porque el chevy no pasaba de cien, pero para la carretera que era y encima de noche pues era ir rapidito. 
Cuando nos estábamos acercando a Mérida todavía teníamos bastante margen de tiempo, unos cuarenta y cinco minutos, tiempo suficiente para rellenar el depósito e ir al garaje. Pero todo iba demasiado bien, y ya se sabe que cuando tienes prisa es cuando te pasan las cosas más raras; eso sí, cuando estás cuatro horas esperando en un aeropuerto no pasan estas cosas. ¿Qué nos entretuvo esta vez? Pues un control de la policía federal, que nos entretuvo durante media hora, así que al final entregamos el coche justo justo.
Primero el poli le pidió la documentación a Silva. Yo creo que a Silva se le pasó por la cabeza decir que no hablaba español, porque me miró de reojo y entonces dijo que si sabía. Acto seguido nos hicieron bajarnos a los tres y nos pidieron los pasaportes. Ahí fue cuando el poli me increpó por no decir antes que hablaba castellano, y yo le respondí que para qué, si Silva hablaba muy bien. Ya por último nos registraron las mochilas. Fue un registro bastante exhaustivo, abriendo todos los bolsillo, la funda de las gafas, el bote de lentillas de Oguelí, que a priori no tenía ningún tipo de cuidado y le tuvimos que avisar de que iba a tirar las lentillas... Para colmo las tres mochilas eran de estas que tienen tropecientos bolsillos y bolsillitos  enscondidos.
El caso es que el poli encontró un frontal en la mochila de Silva, la primera que registró, y se puso súper contento con su descubrimiento. La encendió, se la puso en la cabeza, dejó a un lado su pesada linterna y siguió el registro teniendo las dos manos libres. Que cara de felicidad. Yo creo que ya ha rellenado los impresos necesarios para solicitar una actualización de las incómodas linternas de bombilla incandescentes a los prácticos frontales de LEDs.
Lo que he aprendido
Que esto de los apartados preestablecidos está muy bien, pero que a veces es mejor saltarse alguno para no atrasar (más) la publicación  del post.

Thursday 2 December 2010

San Cristobal de las Casas (Chiapas)

Ya acumulo un retraso de ni sé cuanto... Es lo que tiene pasar unos días en la selva, que las comunicaciones no son muy buenas. Afortunadamente ahora estoy en Isla Mujeres, donde de vez en cuando se consigue una conexión decente a Internet; claro que de vez en cuando no, así que por lo menos a ver si puedo publicar la historieta de San Cristobal de las Casas

El viaje
Para ir a San Cristobal de las Casas agarré un autobús nocturno desde Pochutla. El autobús salía a las ocho de la tarde, y como la última camioneta entre Mazunte y Pochutla era a las seis, pues tuve que pasar un rato en Pochutla. Como ya comenté, este pueblo no tiene nada, así que me puedo dar por satisfecho de que me cuadrase una actuación de una banda de cornetas y tamboriles. El motivo era que en frente del ayuntamiento (un edificio bastante chido) se iba a celebrar el segundo concurso de Miss Pochutla o algo así. Desgraciadamente para cuando empezó yo ya me tenía que ir. 

El autobús llegó sin contratiempos a San Cristobal de las Casas, a eso de las siete de la mañana del sábado 20 de Noviembre, pero de camino al albergue me encontré con una pelea de borrachos a la salida de un bar. Uno terminó con bastante sangre en la cara, pero tampoco me quedé mucho tiempo para ver si era grave, que tenía que buscar mi albergue.

La ciudad
El cañón del sumidero
Entre que buscaba el albergue, dejaba las cosas y demás cosas en las que uno pierde el tiempo cuando llega a una ciudad que no conoce se me hizo las nueve y media. No era muy tarde, pero si lo suficiente como para haber perdido todas las excursiones que salían ese día y San Cristobal, aunque un pueblo muy bonito, no da como para pasear un día entero más las tardes de otros dos. Así que decidí ir al Cañón del Sumidero por mi cuenta. 

Tuve que agarrar una furgoneta que iba a Tuxtla Gutierrez, la capital de Chiapas, y bajarme a la altura de Chiapa de Corzo. En este viaje se desciende desde los dos mil metros en los que está San Cristobal de las Casas (algo frío, con nubes y llovizna) a una altitud de unos cuatrocientos metros, volviendo a los pantalones cortos y la crema solar. En la furgoneta es recomendable ponerse en la ventanilla para disfrutar de las vistas a un valle que queda al sur. En Chiapas de Corzo la furgoneta te deja en mitad de ninguna parte, tras pasar el peaje de la carretera de cuota (porque sea de peaje no quiere decir que sea una autopista) y desde ahí unos diez minutos andando por el inexistente arcén de la carretera hasta el embarcadero de Cahuaré. Al final me salió todo un poco más caro que con una excursión organizada, y encima me quedé sin visitar Chiapa de Corzo, pero por lo menos no perdí un día.

El paseo en lancha dura como unas dos horas entre ida y vuelta. Por el camino el patrón del barco te va dando alguna que otra explicación, y si ve alguna cosa curiosa hace alguna parada para que podamos sacar fotos tranquilamente. A nosotros nos tocó ver cocodrilos, una iguana y monos. Mira, como en la excursión a Ventanilla. 


Algo que se ve siempre es el árbol de navidad, una cascada que recibe su nombre por la forma que han adquirido las rocas y el musgo; bajaba con poca agua, porque ya se habían terminado las épocas de lluvia, pero con las gotitas que salpicaban se podía ver el arco-iris. 

De todas formas, aunque el cañón es espectacular, tenía bastante basura. Había botellas de plástico y otro tipo de deshechos flotando por todas partes. El patrón decía que era culpa de las lluvias. Así que ya sabéis, si vais a Chiapas en época de lluvia  no llevéis paraguas, llevad un casco, no sea que os caiga una botella en la cabeza.

San Juan de Chamula y Zinacantán
El domingo contraté una excursión para ir a ver estos dos pueblos, aparte de porque seguramente me saldría más barato, porque estos dos pueblos no merece la pena verlos si no es con un guía que te explique las costumbres. Si llegas a San Juan Chamula por tu cuenta lo único que verás es un mercado en el centro del pueblo y una iglesia, que por fuera parece normal, pero por dentro parece satánica. Sin embargo con una buena explicación la cosa cambia. Desgraciadamente el guía que me tocó no era muy bueno, así que me quedé con una explicación regular.

San Juan Chamula es un pueblo maya donde la gente habla tzotzil, aunque también entienden castellano. Este pueblo mantiene muchas de las costumbres mayas, como por ejemplo que visten con unos chaquetones y unas faldas de lana negra hechas a mano con las que se protegen del fŕío. Además no les gusta que les saquen fotos. Existe la creencia generalizada de que los lugareños piensan que si les sacas una foto les robas el alma. Según el guía esto no es cierto. Lo que les molesta es que les saquen fotos sin pedir permiso, porque les parece una falta de educación. Además no se trata de un pueblo turístico; simplemente permiten que los turistas vayan, pero mientras respeten su privacidad.  Así que no saquéis fotos salvo que el guía os diga explícitamente que es posible, porque aparte de enojar a los lugareños podéis terminar en la cárcel, ya que está prohibido por las leyes locales.

Dejando de lado lo de las fotos, lo más curioso del pueblo es la iglesia y la religión de esta gente. Los mayas tenían su propia religión, pero con la evangelización de los misioneros se tuvieron que convertir al cristianismo. A los misioneros no les importaba tanto que realmente creyesen lo que enseñaban, sino que dijesen que creían. Los mayas aprovecharon eso para seguir con sus costumbres y contentar a los misioneros. Así por ejemplo, la deidad máxima para ellos era el sol, y la fiesta que le dedicaban era durante el solsticio de verano, coincidiendo con la festividad de San Juan Bautista (las hogueras de San Juan). Así que los mayas lo único que hicieron fue rebautizar a su dios del sol como San Juan Bautista, y por eso en el altar de la iglesia hay una estatua a este santo, en lugar de a Cristo. Cada uno de los santos que hay en la iglesia tiene su contrapartida en la religión maya.

La iglesia no está reconocida por el vaticano, y desde mediados del siglo XIX no tiene cura ni se realizan eucaristías. Sin embargo hay mucha gente rezando. Esta gente para rezar ofrece dos cosas: luz que representa al dios del sol y líquido, que representa al dios de la lluvia. La luz se representa con velas, y el color de las velas tiene algún significado relacionado con lo que piden, pero una vela negra no quiere decir que estén rezando a Satán o que estén pidiendo un mal de ojo para nadie. El líquido que ofrecen lo representan mediante una bebida, y esta bebida, tras la oración está bendecida. Se supone que si beben esta bebida se sana el espíritu y se curan los males. Eso quiere decir que Pepsi o Coca cola no son sagrados para ellos, sino que les gusta el sabor de la cola. Para los mayas las gallinas y los huevos tenían un significado especial en la religión, así que es posible que veáis a gente con una gallina, e incluso que la sacrifiquen, pero lo mismo, no es un rito al diablo, sino que en su forma de rezar tienen que ofrecer algo para recibir algo a cambio.

Por último es posible ver a sanadores. Los sanadores no curan las enfermedades rezando al viento ni espantando a espíritus; son más bien el equivalente a los psicólogos que conocemos nosotros; ayudan a la gente con su estado de ánimo. En cuanto a medicina, los mayas tenían un gran conocimiento sobre hierbas medicinales que siguen utilizando. Son una gente muy práctica, así que si tienen dolor de cabeza buscan el remedio que tengan más a mano; si tienen una aspirina a mano se toman la aspirina, pero si es más fácil conseguir cierta planta que hace lo mismo pues se quedan con la planta. No son unos fanáticos de la homeopatía ni nada parecido, lo que quieren es quitarse el dolor de cabeza, independiéntemente de como lo consigan.

Después de visitar San Juan Chamula, la visita a Zinacantán parece un poco sosa. Lo típico aquí es visitar alguna familia para ver su estilo de vida, y a nosotros nos toco una comunidad de mujeres que hacen artesanías. Tras probar un chupito de algún tipo de licor casero y comer un par de tacos, se pasa a la parte en la que te venden las telas que tejen. Mientras el resto de la gente observaba la mercancía y hacían alguna compra, yo estaba en el centro de la sala, sin mostrar mucho entusiasmo por nada. Casualmente a mi lado había unas muñequitas, y cada cierto tiempo aparecía una niña preguntándome si quería una. Cuando se cansaba de ofrecérmela se ponía a jugar, hasta que se le volvía a activar la directiva que ordena vender muñequitas a turistas. 

El pueblo
En las dos excursiones estaba de vuelta en el pueblo para el mediodía, así que pude aprovechar las dos tardes para dar una vuelta por el pueblo. San Cristóbal de las Casas es un pueblecito muy turístico, con mucho mochilero, restaurantes, hoteles, albergues y restaurantes. También tiene un mercado al lado de la iglesia de Santo Domingo. Callejeando por el centro se puede disfrutar de sus casitas, que engañan bastante, porque por dentro tienen unos patios impresionantes. Merece la pena subir al cerro de Guadalupe y al de San Cristobal, desde donde se ve el centro de la ciudad. 

En el pueblo hay unos cuantos museos. En el museo del ámbar te enseñan a diferenciar entre el ámbar falso que te venden por la calle a diez pesos el collar y el auténtico que venden en las joyerías a setecientos pesos una piedrecita. Por lo demás merece más la pena ver los productos de la tienda que los expuestos en el museo. En la entrada también hay un microscopio con el que pueden verse los insectos que utilizaron para obtener el ADN con el que clonar dinosaurios.

El museo del café me decepcionó bastante, y ni siquiera te invitan a una taza de café. Eso sí, el aroma a café que se huele al pasar por la puerta invita a tomarse una taza de café en la cafetería. El museo más interesante es el de la medicina maya. Lo primero que lo hace interesante es el paseo al museo; es necesario salirse del centro del pueblo y ya se empiezan a ver casas más cochambrosas, calles sin asfaltar y negocios menos turísticos, como carpinterías o talleres. El museo es pequeño, y comparte espacio con un "hospital" donde aplican su conocimiento y un jardín donde cultivan plantas medicinales. Los mayas tenían cuatro tipos de médicos. El sanador ya hemos dicho que era una especie de psicólogo, también había una matrona que ayudaba en el parto y en dolencias de la mujer, un médico especializado en huesos y el chamán, con conocimientos sobre las hierbas medicinales. 

La gente
Esta vez no he socializado mucho. En el albergue solo me relacioné con un okupa que se coló en mi cama mientras organizaba la maleta.

En esta zona, en cuanto te bajas de un autobús aparece una avalancha de niños con la intención de venderte algún tipo de artesanía. Cuando les dices que no te preguntan a ver si tal vez luego, y como se te ocurra decirles que tal vez, luego te encuentran y te vuelven a dar la paliza, esta vez con más insistencia. 

Por el camino al cerro de San Cristobal hay niños que en vez de vender pulseras te piden que les escribas tu nombre en un papel para el colegio. Yo ya me sabía el truco de que una vez que escribes el nombre te dicen que hay que contribuir con diez pesos. Es como cuando te dan la pulsera de regalo y luego te piden la voluntad. Por lo menos se podían currar un apoya-papeles o un cuaderno en condiciones, que tenían un papel todo doblado y sucio.

Sin embargo el guía de la excursión a San Juan Chamula decía que los niños estudiaban y muchos iban a la universidad, pero que luego volvían al pueblo, porque en lo que realmente son buenos son en comerciar. Como ejemplo se puso a él (el era mexicano, pero güero), que había estudiado filosofía, pero que llevaba catorce años trabajando de guía. Normal, porque sino podría estar catorce años para encontrar trabajo de filosofo. Eso sí, después de catorce años el tío hablaba tzotzil y se conocía a todo el pueblo. Si dedicase a su trabajo el mismo énfasis que pone en saludar a sus colegas, tal vez se convertiría en un guía medio decente.

Lo que he aprendido
Yo conocía la forma "normal" de parir. Ahora también está de moda parir en el agua, ya que dicen que es menos traumático para el niño. Sin embargo he descubierto que hay por lo menos otra forma, la de los mayas. En el museo de medicina maya se puede ver un vídeo en el que muestran como son los partos mayas. Además de la parafernalia religiosa, se puede contemplar como se hacían (y creo que en algunos sitios se sigue haciendo) los partos en esta zona. La madre se pone de rodillas en el suelo, agarrada al cuello del padre que está sentado en una banqueta frente a ella, mientras éste le agarra por la cintura. La matrona se sitúa detŕás de la madre, empujándole el vientre para ayudar a que salga el bebé. Tras el parto, se hace un agujero en la casa, donde se entierra la placenta; según en que posición se coloque, el próximo hijo será niño o niña.

El personaje más friki
Por la noche, entre las ocho y las once, se hacía una hoguera en el patio del albergue. Alrededor de la hoguera se reunían todos los huéspedes y se ponían a charlar mientras algunos bebían cerveza o vino. A una tipa le tiraron la botella de vino... Ya he contado alguna vez como a mí no me gusta mucho eso de quedarme en el albergue, así que me fui al centro del pueblo a cenar y tomar alguna cerveza.
Pero el segundo día, el domingo, sí me quedé en el albergue. Sin embargo, en vez de unirme con el resto de gente alrededor de la gente me quedé aparte, escribiendo mis aventurillas en Mazunte. Así que, complaciendo un comentario que había por ahí, esta vez el más friki fui yo, embutido en el ordenador y sin socializar. Por lo tanto esta vez no hay sección "la gente", porque se quedaría en blanco.

Lo bueno
El 20 de Noviembre se celebra en México el aniversario de la revolución. Este año además era el centenario (también ha sido el bicentenario de la independencia, pero eso ya pasó y me lo perdí). La revolución es la historia de Pancho Villa y Zapata, pero como fui a celebrarlo a un bar y no a un museo pues no os puedo contar mucho.
y que mejor sitio para celebrar el aniversario de la revolución que un bar llamado precisamente "Revolución". Los camareros iban todos disfrazados, ellas con el traje típico y los camareros con poncho y gorrito mexicano. También había uno que iba de sub-comandante Marcos, pero creo que éste se equivocó de revolución... Por cierto, en una camiseta en algún chiringuito vi que Marcos está formado por las iniciales de algunos pueblos de Chiapas (Las Margaritas, Amatenango del Valle, Comitán, Ocosingo, San Cristóbal). No me fío mucho de lo que leo en las camisetas y no he tenido tiempo de contrastarlo con la wikipedia o alguna fuente fiable, así que no os lo creáis del todo.
Mientras cenaba en "La Revolución" dos "mariachis" tocaban canciones típicas mexicanas. Eran tan típicas que me sonaban casi todas, y cuando terminaron los "mariachis" subieron al escenario un grupo algo más moderno, un tanto extraños, ya que tocaban con una caja, un violín, un bajo de seis cuerdas y una guitarra de ocho. Por lo menos el cantante no cantaba con el culo.

Lo malo
El lunes uno madruga para hacer la mochila, salir del albergue y agarrar el autobús que lo lleve a Palenque. Llego a la estación de autobuses con tiempo, un par de horas antes de que salga el autobús para no quedarme sin boleto, me dirijo a la ventanilla y amablemente le digo a la señorita que quiero ir a Palenque. La señorita hace el gesto de ir a imprimir el boleto, pero rectifica y me dice: "¡Ah! No. No podemos dispensar boletos a Palenque porque la carretera está bloqueada". Pues vaya. Como ya conozco estos bloqueos por el viaje a Mazunte, ya se que pueden durar dos horas o dos semanas, así que pregunto por alternativas. Casi todas se dirigen al oeste, de donde vengo, pero yo quiero ir hacia Yucatán, y la única opción que tengo es ir a Mérida en un autobús que sale a las seis de la tarde y que tarda unas once horas. Mira, tenía dudas de si ir o no a Mérida, pero ya no lo tengo que decidir...