En la universidad de Portland, Oregon Health & Science University (OHSU, pronúnciese owechesyu) tienen un departamento que se dedica a temas de reconocimiento de voz, el OGI. Pues en este departamento está trabajando Maider, así que no podía recorrerme medio Estados Unidos sin visitarla.
La ciudad
El autobús llego tempranito por la mañana, todavía era de noche, pero como ya funcionaba el transporte público fui a coger el tranvía que me llevaba a casa de Maider. La parada del tranvía estaba a unas cuatro manzanas de la estación de autobuses. El camino estaba lleno de mendigos y vagabundos, especialmente al lado de la parada del tranvía, que había una casa de acogida. Además la parada estaba debajo de un puente... Yo creo que estaban todos. En seguida me di cuenta de que ellos iban a su bola, así que decidí ir a la mía y no hubo ningún problema. Además, como yo también llevaba mochila pasaba desapercibido. Para integrarme del todo me faltaba el carrito de la compra atestado de cosas.
El único momento en el que utilicé la guía fue para ver el camino a la parada del tranvía. a partir de que llegué a casa de Maider la guardé en un cajón y le deje que hiciese el papel de guía. El único momento en el que no le dejé decidir fue al salir del brunch, que justo dejó de llover un momento y me dijo que podíamos ir andando. Y mira que por lo general no me importa andar, pero es que ese día entre el frío y la lluvia, y llevando ya cinco minutos esperando al autobús, pues no me pareció la mejor opción.
Lo malo de poner el piloto automático es que no prestaba mucha atención a orientarme, así que yo veía sitios y calles pero no sabía situarme muy bien, pero bueno, algo si puedo contar. Es la ciudad con estilo más Europeo de las que he estado. El transporte público te permite moverte con relativa facilidad; aunque en ciudades grandes como Nueva York es normal moverse en transporte público, en ciudades del tamaño de Portland parece ser que es de agradecer. Aun así el coche viene bien; en Nueva York por ejemplo es más bien un trasto inútil que solo viene bien cuando sales de la ciudad (cuando sales mucho de la ciudad) y que encima tienes que pagarle un alquiler.
La primera noche subimos a un hospital. Era curioso, porque la planta baja del hospital estaba en un noveno piso (o una cosa así). Según parece primero hicieron el edificio principal, luego otros edificios, y poco a poco los han ido uniendo. como está en una colina pues al unir con los edificios que quedaban por debajo ha terminado teniendo unas cuantas plantas por debajo de la planta principal. Otra cosa curiosa de este hospital es que está abierto al público. Puedes entrar en el como Pedro por su casa, lo cual está muy bien porque te permite disfrutar de unas vistas espectaculares de la ciudad sin tener que dar explicaciones a nadie.
Por lo demás la ciudad no tiene nada que llame mucho la atención; casas residenciales, edificios altos, tiendas, bares y cafeterías, un río con once puentes y vistas al monte Hood, que no llegué a ver, no sé si por las nubes o porque no me fije bien.
La gente
Aunque no hubo gente del albergue a la que conocer, si conocí a un montón de españoles que andan por esas tierras. Es lo que tienen tener conocidos en una ciudad, que ellos también tienen conocidos. La mayoría trabajan en Intel o en Iberdrola, que tienen oficinas allí. Pero yo en eso no me metí mucho y me interesé más por su vida fuera del trabajo. Vamos, que quedamos para tomar una birras.
Está bien, porque así conoces el tema de las Happy Hours, que es lo que hay que buscar para comer barato en Estados Unidos. También me explicaron que en Portland hay un montón de cervecerías, pero de las que hacen su propia cerveza (breweries). Como aquí se lleva mucho el tema de las franquicias le expliqué a Maider que teníamos que elegir una brewery de esas y montar una cadena para forrarnos. Desgraciadamente alguien se nos ha adelantado.
Un tal McMenamins se ha dedicado a comprar todo tipo de edificios antiguos que iban a demoler (estos estadounidenses como no tienen historia les da igual seguir sin tenerla) y reformarlos. El viernes estuvimos en un antiguo instituto. En una parte tenía un hotel con piscina, en otra un cine y varias clases habían sido convertidas en sendos bares (cada vez que oigo/leo la palabra sendos,as me acuerdo de Zipi y Zape. Pero a pesar de leerlos de crío, hasta hace bien poco no me he enterado de que significaba exactamente. ¡¡¡Y ahora, por fin, la puedo usar en un texto propio!!!). Un sitio curioso. El sábado, esta vez solo con Maider, estuve en otro algo más modesto, ya que solo tenía bar y cine. De todas formas esta franquicia no ha llegado a Europa, así que nos podemos dar prisa. La idea es montar una cadena de Irlandeses pero que hagamos nuestra propia cerveza y poner un cine al lado (también sirven hoteles y otro tipo de espectáculos). Nos podemos organizar en los comentarios, pero no lo montéis sin mí...
Con los españoles en Portland también tuve la oportunidad de ver la típica casa de Estados Unidos. Lo mejor el sótano; claro que tiene que ser un sótano como el de Flanders, porque como sea como el de Homer...
No tuve la ocasión de profundizar mucho en la gente de Portland, pero algo me quedo claro: "Portland is weird" (Portland es extraño). Y no sólo porque lo diga la gente y porque vendan pegatinas con la frase e invitando a seguir manteniéndolo así, sino porque se ve. Aparte de la gente rara que se ve por la calle (que podría dar para un montón de mini-secciones "Personaje más friki", había tiendas de ropa rara. Lo bueno de estas tiendas es que con colgar un cartel de "Hallowe'en", ya está, ya tienen una tienda de disfraces. Estaban llenas, y en una había un tipo con un sombreo con forma de pollo que a todo el mundo le soltaba la misma chorrada: "¿Te gusta mi pollo?... No es un pollo, es mi sombrero (es posible que haya cambiado el orden de los factores, pero aun así tampoco le encuentro el sentido...).
Pero lo más raro de la gente rara de Portland es que hicieron un desfile de zombies. Primero se reúnen todos en la plaza central de Portland y con la canción de Thriller hacen una coreografía. Para todos los que había bastante bien sincronizados. Luego, aunque esto ya no lo ví, me lo contaron, se dedican a ir por las calles de Portland en plan zombies. Claro, como son zombies no piensan mucho, y no tienen ningún tipo de cuidado; van todos en manada, saltándose semáforos, subiéndose por los coches, papeleras y demás. Tiene que ir la policía cortando el tráfico para evitar incidentes. Eso sí, los maquillajes muy currados. Esto lo hacen todos los años, y aparte tienen otro desfile que van vestidos de papanoeles, otro que van vestidos de emperador-con-traje-nuevo y creo que me dejo otro.
Lo que he aprendido
Que en Estados Unidos también se hacen horas extras, aunque por lo menos las pagan al doble que allí.
También me acabo de enterar de que la palabra tropecientos realmente existe.
Lo bueno
Después de tres semanas viajando sin saber muy bien donde vas a dormir, que vas a comer o con quien vas a coincidir se agradece estar con alguien conocido. De todas formas debió de suponerme un shock, porque la primera noche me desperté completamente desorientado sin saber donde estaba. En seguida me acordé que estaba de viaje y pensé que estaba en un albergue, pero eso no cuadraba con la habitación donde estaba. al final ya me ubiqué del todo. Aunque me ha pasado varias veces eso de despertarme sin saber muy bien dónde estoy nunca me había pasado con tanta intensidad. Fue algo raro.
En cualquier caso muchas gracias a Maider por haberme acogido y haberme enseñado la ciudad. Ya nos tomaremos unos talos con sidra en Santo Tomás.
Lo malo
Se nota que he subido al norte, porque el tiempo ha sido bastante malo. Ha hecho frío y a llovido bastante, así que no he podido disfrutar de la ciudad al máximo. Por lo que me ha dicho Maider en verano no llueve nunca pero en invierno no para. Así que si os pasáis por aquí elegid bien las fechas.
El personaje más friki
Esperando al tranvía para ir a casa, mientras caía el diluvio, aparecen tres tipos que también querían coger el mismo tranvía. Lo primero que hicieron fue avisarnos de que estaban INTOXICADOS (vamos, con un pedo del copón). Luego nos empezaron a contar su vida. Uno tenía un hijo de dos años al que le llevaba una espada de juguete. Además estaba esperando otro crío. Los otros eran sus cuñados, es decir, los hermanos de la mujer. Resulta que la mujer era la hermana número 16, y nosotros tuvimos el honor de conocer a los hermanos 15 y 17. En total tenían unos 70 sobrinos. Decían que tenían alojamiento disponible en toda la costa oeste. al final, tras pedirnos perdón tropecientas ocho veces se despidieron. No llegaron a la fase de exaltación de la amistad.