Friday 17 December 2010

Palenque

No me podía ir de México sin visitar Palenque, así que a pesar de los kilómetros extras terminé en este pueblo famoso por susu ruinas mayas.

El pueblo
La verdad es que apenas pisé el pueblo. Según me bajé del autobús agarré la camioneta que conecta el pueblo con El Panchán. El Panchán era un rancho situado junto a la entrada a las ruinas. Con el auge de las ruinas, el rancho se repobló con la vegetación típica de la zona, osea, jungla, y se convirtió en un complejo turístico, con varios hotelitos y cabañas de alquiler y un par de restaurantes. El único vestigio de tecnología que se veía en El Panchán era la luz eléctrica; nada de wifi, internet o cobertura para el celular. Yo me quedé en el Jungle Palace, en una cabaña amueblada con lo básico, una cama, una silla y una mesita. También tenía mosquiteras en las ventanas, que aunque prevenían las picaduras de mosquitos por la noche, no conseguían evitar que al despertarte vieses un montón de hormigas y termitas en la cama. Por lo menos esas no pican.

Llegué al Panchán poco antes de las nueve de la mañana, y como a base de repetir errores uno ya escarmienta, lo primero que hice fue preguntar por las excursiones. Había dos, una a Yaxchilán, que salía a las seis de la mañana y otra a las ruinas de Palenque y a las cascadas de Agua Azul y Misha Ha, que salía a las nueve y fue a la que me apunte. Justo justo me dio tiempo a dejar la mochila en la cabaña.

Palenque (Las ruinas)
Las ruinas están situadas en una reserva ecológica cuya entrada al lado de El Panchán, y como estos mexicanos son muy cucos te cobran primero por entrar al parque y luego por entrar a las ruinas. El francés Silva me había comentado que era posible colarse en el parque por un camino que salía desde El Panchán, y una vez dentro agarrar una camioneta, porque las ruinas estaban un poco lejos de la entrada, y si entras en las ruinas antes de las ocho de la mañana no hay guardas, así que es posible entrar por la puertilla que hay en frente del museo. 
Al llegar a las ruinas contraté los servicios de un guía para que me explicase cosillas de las ruinas. Las ruinas están bastante bien y ganan bastante con la explicación del guía, que me llamaba joven. El guía se sentía orgulloso de sus antepasados mayas; me cotaba que los mayas tenían un calendario muy preciso, que eran muy avanzados; también me contaba que estudiaban los palanetas, tenían muchos conocimientos de astronomía, eran muy avanzados; los mayas también dominaban la escritura y las artes, y creaban diferentes tintes, y eran muy avanzados en este aspecto también; además las piedras eran muy grandes y pesadas, y estaban talladas, y no tenían ruedas ni herramientas de metal, así que tambień eran muy avanza... esto, eh... eran muy fuertes los mayas.

Pero lo mejor de contratar un guía fue cuando me llevó a dar un paseo por la jungla. Me enseñó de donde se saca el caucho (luego tuve todo el día la mano pegajosa, parecía que tenía un moquito...), clavo que se usa como analgésico para el dolor de dientes, plantas para obtener tinte verde, lianas para hacer un poco el Tarzán, un nido de termitas, arañas, y demás cosas que se ven en la jungla. Cuando terminamos el paseo estaba fuera del recinto de las ruinas, así que también es posible colarse si uno se atreve a andar por los senderos de la selva. 
El guía me acompañó para que pudiese volver a entrar al recinto y poder dar un paseo por mi cuenta, que todavía tenía como hora y media hasta que la furgoneta del tour me pasase a buscar. Así que me subí a las ruinas para sacar fotos y visité los Baños de la Reina, una serie de cascadas que formaba un riachuelo y que creaban una serie de bañeras a diferentes alturas donde se supone que se bañaba alguna reina maya. Estaban muy chido, aunque no era posible bañarse. 

Misha Ha y Agua Azul
Misha Ha es una cascada que forma una poza en la que es posible bañarse. La pena es que solo teníamos media hora para la visita a este así que me fui directo a la cueva que hay detrás de la cascada. Tras pasar por detrás de la cascada y ver el arcor-iris que forman las gotas de agua se llega a una cueva Para entrar hay que mojarse hasta las rodillas. Yo estaba con las botas de trekking así que me las quité y fui descalzo. La señor que estaba delante me dijo que me podía cortar, que ella prefería mojarse las zapatillas y luego cambiarse. Claro, yo si tuviese unas alpargatas de lona tampoco me importaría mojarlas... El caso es que una vez dentro de la cueva se ve otra cascada con otra poza; en esta es más difícil bañarse, porque está muy oscuro, pero supongo que si llevas una linterna sumergible no habrá problema. Yo opté por salir de la cueva y tomarme un jugo de naranja, que con el calor y la humedad que había lo estaba pasando mal...

Después de Misha Ha llegamos a Agua Azul. Aquí ya nos dejaron dos o tres horas para disfrutar de estas aguas que más bien deberían llamarse Agua Marrón. En la parte de abajo de las cascadas no se puede bañar hay bastantes corrientes, pero subiendo por el camino se llega a la parte de arriba; es imposible perderse, solo hay que seguir la hilera de puestos de comida, ropa y artesanías. Al llegar arriba hay unas especie de piscina donde la corriente es menos fuerte, con zonas donde cubre por la rodilla hasta zonas más profundas donde alguien ató una cuerda a un árbol para balancearse y tirarse luego al agua. Aquí me bañé, pero literalmente, porque después de pasar una noche en un autobús y visitar unas ruinas mayas y unas cascadas con un nivel de humedad bastante alto, realmente me hacía falta. Que conste que el agua estaba marrón antes de que me metiese yo.

Yaxchilán y Bonampak
La excursión del segundo día salía a las seis de la mañana, así que ese día tocó madrugar. Tras unas cuantas horas en la furgoneta llegamos a Frontera Corozal. Éste es un pueblo situado al lado del río Usunacinta, que marca la frontera entre México y Guatemala. Es decir, a un lado del río es México y al otro es Guatemala. Frontera Corozal es un punto ds e paso de mochileros porque se puede abordar una lancha que te lleva a Flores en Guatemala. Aunque es una forma un poco más larga de llegar a Guatemala, sin duda es la más interesante. 
Nosotros sin embargo agarramos la lacha en dirección contraria, hacia Yaxchilan. Estas ruinas me encantaron, porque aunque en lo que respecta a piedras no tiene nada de especial, están en medio de la selva y puedes ver a murciélagos en el interior de los templos y monos curiosos que se balancean en las ramas por encima de tu cabeza.

El monito, que no quería posar.
De Yaxchilan fuimos a Bonampak, unas ruinas que no tienen nada pero que como pillan de camino pues se hace una parada de cuarenta minutos. En esos cuarenta minutos te da tiempo a ver los frescos, que es por lo que son famosas estas piedras. Si tienes suerte como yo, es posible que te cuadre un grupo que va con guía justo delante tuyo y te lleves la explicación gratis por la patilla. Yo de la explicación no me acuerdo mucho, pero el grupo estaba formado por profesores universitarios españoles que habían estado en algún congreso en México DF y ahora estaban de vacaciones por Chiapas. Además de ver las ruinas de Yaxchilan y Bonampak ellos también iban a pasar una noche en un poblado de indios lancandones, con paseo de cuatro horas por la selva incluido. Me lo apunto para la próxima vez...
La gente
Aquí no tuve mucha suerte, porque en las dos excursiones que hice me toco todo parejitas, que suelen ir un poco más a su bola. Sin embargo en la excursión a Yaxchilan había otro mochilero solitario, un belga francófono. Como hablaba francés él también conoció a una pareja de franceses que hablaban un poco de castellano, así que se montó un pupurri de idiomas; ellos hablaban francés, yo con el belga castellano y con los franceses inglés... Un lío vamos.
A la noche estuve cenando con el belga en El Panchán y me estuvo contando su viaje. Al parecer lo que más le había gustado era la ruta de Barranca del Cobre, que se puede hacer en el único de servicio de tren para pasajeros de México. Como ciudad me contó que le había gustado mucho Morelia, aunque creo que ya ahora no está como para visitarla mucho...
La última mañana en Palenke coincidimos todos en la estación de autobuses; el Belga iba a Campeche, la pareja creo que a Tulum, y yo que no lo tenía muy claro decidí ir a Xpujil, una aventura, que dej opara el próximo post.
Lo mejor
Las ruinas de Yaxchián. Ya he dicho que como conjunto de piedras no es de las más impresionantes, pero el hecho de tener que llegar en lancha, de ver monitos que te mean desde las ramas (es un decir, no nos meaban), y meterte dentro de un templo para ver arañas y murciélagos está chido.
Lo peor
En El Panchán hay todo tipo de gente; hay mochileros que van a hacer turismo y mochileros que van a hacer fiesta. Y claro, las paredes de las cabañas no son muy solidas (aunque igual el que las ventanas no tengan cristal influye más). Así que se oye mucho la juerga de los demás, y despertarte a la una de la mañana cuando te tienes que levantar a las cinco pues no mola mucho.
El más friki
El guía que he dicho que me cuadró en Bonampak era un fiera. El güey hablaba inglés, francés y alemán aparte de español por ser mexicano y un par de idiomas prehispánicos por ser maya.
Lo que he aprendido
Cuando me levanté para ir a Yaxchilán todavía era de noche, y aunque no se veía nada se oía a algún tipo de animal rugir o graznar o aullar o algo. Yo no sabía muy bien que era, pero el belga francófono me dijo que eran monos aulladores. Cuando llegó la recepcionista de las cabañas nos enseño un árbol cercano donde estaban los monos. Es increíble como una cosita tan pequeñita puede hacer tanto ruido.

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