Friday 4 February 2011

México D.F.

Sería una pena no terminar el blog estando tan cerca del final... Pero para facilitarme n poco las cosas, voy a pasar de los apartados que he venido utilizando hasta ahora y voy a hacer un relato lineal. 
El aeropuerto
A México llegué el 6 de Diciembre, Lunes, poco después del mediodía. Mira por donde que no me pasó nada extraño con el equipaje, aunque en el aeropuerto de Cancún si que me pidieron el pasaporte para control rutinario. Así que decidí irme lo antes posible del aeropuerto, no fuese que algún vigialnte cambiase de opinión y me viese como sospechoso.
El problema que tenía es que la parada de metro estaba en la otra terminal, y para tomar el skytrain que unía las terminales había que tener boleto de embarque, y el mío al parecer era de desembarque y no  me servía. Así que pregunté a un guarda de seguridad que pasaba por allí y muy amablemente se acercó a la ventana y me empezó a explicar, señalándome calles y diciendo que fuese por donde iba tal o cual coche o furgoneta, que en veinte minutos andando llegaba. Amablemente le dí las gracias y me dispuse a preguntar a otra persona, porque no me gustaba su respuesta. Esa persona resultó ser el guardia de seguridad de la planta de abajo, que señalando un autobús me dijo que lo agarrase y me bajase en la siguiente parada. Esta respuesta me gustó más.
El metro
Los albergues a los que tenía pensado ir estaban en el centro, en los alrededores de la plaza Zócalo. Para llegar a esa parada tenía que hacer un trasbordo en Pino Suárez a la línea azul, pero solo para una parada, así que decidí hacerla andando. Pues resulta que entre Pino Suárez y Zócalo hay una conexión subterránea, así que ni siquiera hacía falta salir a la calle. En este pasadizo además, había una especie de feria de libro permanente, un montón de librerías con todo tipo de libros que pensé en visitar en otro momento. Sin embargo no contaba con un problema: para llegar a este pasadizo creo que me metí en una dirección prohibida (Sí, en el metro de México D.F. va tanta gente que tienen separadas las direcciónes de los peatones. También tienen zonas en las que a determinadas horas no puede haber hombres, solo mujeres y niños.) , así que luego no era capaz de encontrarlo otra vez. Al final me volví a meter por esa "dirección prohibida" y ya lo encontré. Había muchos libros.
Al final logré salir a la plaza del Zócalo. Una plaza impresionante que al parecer es más impresionante cuando no tiene nada. A mí me tocó ver las instalaciones típicas de navidad, osea, una pista de hielo, una rampa con nieve artificial por la que los niños se tiraban con trineos y flotadores y también un recinto con motos de nieve. Al principio me pregunté cuanto costaría mantener eso en México D.F., pero luego ya me dí cuenta de que en México D.F. hacía frío; por las noches rondábamos los cero grados y de día tampoco subía mucho. Al final me quedé con las ganas de montarme en una moto de nieve.
El albergue
Después de tanto tiempo viajando ya no tenía problemas en llegar a una ciudad sin alojamiento reservado, aunque en México D.F. casi me arrepiento, porque se acercaba el día de la Virgen de Guadalupe, patrona de México, y al parecer mucha gente va en peregrinación, pero no tuve ningún problema. Eso sí, solo pude mantener mis caprichos de dormir en habitación individual un par de noches; las otras dos noches las pasé en un dormitorio compartido.
Los edificios en México D.F tenían un aire europeo que no había visto hasta ahora en México; si me dean en muchas calles de la ciudad sin decirme donde estoy, fácilmente podría decir que se trata de Madrid o Barcelona. Bueno, por lo menos antes de ver a toda la gente que pasea por la calle, que me haría sospechar un poco. El edificio del albergue tampoco tenía nada que ver con los albergues anteriores. era un edificio de 4 plantas, todas de altura considerable, sin ascensor y mi habitación en la última planta... 
Encima uno de los días que estaba yo ahí decidieron fumigar las camas, así que tuve que cargar con todas las mantas, cubrecamas, sábanas y almohadas para abajo y para arriba. Como no me apetecía hacer este viaje en balde, pregunté antes a la chica de recepción, que me dijo que sí, que bajase todo, pero cuando bajé había  otra chica que me increpó por bajar todo. yo le dije que era por la fumigación y me fui, que pasaba de subir todo otra vez...
La ciudad
México D.F. es una ciudad grande, con muchos sitios diferentes para visitar, y la verdad es que yo me organicé bastante mal y no me dio tiempo a visitar todo. El primer día, entre que me instalé en el albergue y me aclimataba un poco justo me di una vuelta por el Zócalo y la calle Madero.
La plaza del Zócalo se llama así porque en su día se pensó en construir un monumento en el centro de la plaza, pero el monumento nunca se instaló, aunque el zócalo sí. Como la gente quedaba en el zócalo, se empezó a asociar ese nombre con la plaza, y así zócalo pasó a ser sinónimo de plaza central. Y yo que me pasé casi todo mi viaje pensando que las plazas se llamaban "el Zócalo" por los soportales característicos de todas ellas...
La calle Madero es la única calle peatonal de México D.F. Al parecer a la gente le ha gustado y ahora piden más. El caso es que es la típica calle comercial, con mucha tienda y sala de exposiciones, y no tantos restaurantes como me esperaba yo. Pero bueno, al final conseguí cenar en algún sitio.
Al día siguiente me fui dando un paseo desde el Zócalo hasta el parque de Chapultepec. Empecé por Hidalgo, una calle que lleva hasta la Alameda Central, donde visité el museo Franz Mayer, aprovechando que los martes era gratis. En el museo había un montón de arte de ese que yo no soy capaz de apreciar, pero en el patio hay una cafetería donde se estaba muy a gusto. De ahí me dirigí al otro lado de la Alameda, para ver el hemicilo a Juarez y una fuente con un montón de pirámides pequeñas y oxidadas. De ahí hacia el monumento de la república, y luego de vuelta al Paseo de la Reforma. Esta gran avenida se construyó con el fin de conectar la residencia del emperador, en el Castillo de Chapultepec, con el palacio nacional. En cada una de las rotondas hay un monumento pintoresco, siendo seguramente el más famoso el del Ángel de la Independencia.
Al final de la avenida se llega al parque de Chapultepec, que tiene algo que ver con los saltamontes (chapulín es saltamontes). Si tienes suerte como yo, la entrada del parque está cerrada por obras, así que terminas dando un par de vueltas por los pasos subterráneos de los alrededores para ver si encuentras una entrada. Una vez dentro del parque te puedes tirar un par de días para verlo entero, porque tiene un Zoo, el museo de antropología y el castillo de Chapultepec además del parque en sí. Yo simplemente subía al castillo, sin entrar, porque tenía intención de volver otro día con más tranquilidad. Desde la entrada del castillo se practicamente toda la ciudad. Me recordó mucho a lo que se ve desde un monte de Atenas, otra ciudad con mucha gente que vive en casitas pequeñitas, lo que la hace muy extensa.
La lucha libre
Del parque regresé porque había comprado entradas para ir al Arena México, a ver un combate de lucha libre. La excursión incluía una visita a una pulquería para beber pulque, una bebida obtenida a partir de un cactus que se va fermentando poco a poco, incluso después de bebida. Después de tomar el pulque fuimos al Arena México y nos pusimos en el lado de animar a los "buenos". Fue muy gracioso; si ya en la tele, donde la te ponen el plano que les interesa, se ve que es tongo, en directo ya es escandaloso. Pero a la gente le da igual y se ponen a gritar como energúmenos, soltando toda la rabia que llevan dentro. Como ya sabéis, a mí me gusta integrarme, así que enseguida me uní al esto de espectadores con los gritos.
En el viaje de vuelta el guía nos contó que la víspera había ido otro vasco en la excursión. Al parecer a la vuelta había atasco y estuvieron bastante tiempo parados por la zona de Tepito. El vasco decidió que llegaría antes andando y se bajó, a pesar de las advertencias del guía. Pero Nicolás, un uruguayo que también estaba en el albergue dijo que luego le vio por la sala de ordenadores, así que llegó sin problemas.
Teotihuacán
El miércoles había contratado una excursión para ir a Teotihuacán, unas pirámides muy famosas que están cerca de México D.F. En esta excursión había un chico y una chica de Guadalajara, que habían ido a ver un concierto de Rammstein y aprovecharon el viaje, una defeña que vivía en Aguascalientes con su amiga koreana, que se conocieron en Canadá, y una chica de Costa rica, que estudiaba ingeniería en México. Como eramos más o menos de la misma edad pues terminamos llevándonos muy bien.
La excursión comenzaba con una visita a la plaza de las tres culturas. En esta plaza hubo en su día una serie de edificaciones aztecas, pero los españoles utilizaron las piedras para construir una iglesia. Hoy se pueden ver las ruinas de los edificios aztecas y la iglesia todavía en pie. Lamentablemente la plaza es famosa por una matanza que se produjo en 1968, donde el gobierno reprimió con violencia una concentración de estudiantes.
Después de esta plaza fuimos a ver la basílica (realmente ahora hay dos, la vieja y la nueva) de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México. Como se acercaba la fecha de la festividad (el 12 de diciembre) había un montón de gente en peregrinación. En la basílica nueva está colgado el poncho del mexicano que tuvo la visión, con la imagen de la virgen estampada, y lo más curioso es que para que la gente no se amontonase viéndola, había unas cintas mecánicas delante.
Al final ya llegamos a las ruinas. La guía nos contó cosas muy interesantes, y al final te dejan tiempo libre para visitar las ruinas a tu bola, es decir el museo, que justo estaba cerrado y subir a la pirámide del sol y de la luna. En lo alto de la pirámide del sol había un coreano al que le había dado una lipotimia y estaba pidiendo agua a la gente. Estaba más amarillo que de costumbre. ¿Por qué se que era coreano? No es que haya adquirido la capacidad de distinguirlos de los chinos y los japoneses; de hecho saqué muy mala nota en el test ese que circuló en su día. Lo que pasa es que la coreana del grupo les entendía cuando hablaban.
Al volver a México D.f. fuimos a cenar los tapatíos, la hidrocálida y la coreana (toma gentilicios que gastan por aquí).
Más vueltas por la ciudad
Al día siguiente quedé con la hidrocálida y la coreana para visitar el museo de antropología y el castillo de Chapultepec. a mí me gustó el museo porque había varias exposiciones relacionadas con los sitios donde ya había estado y podía decir "eso ya lo he visto yo", pero al cabo de tres o cuatro horas te cansas y ya no tiene mucho sentido seguir con la visita, sobre todo cuando lo que falta son trajes regionales... Y el castillo merece la pena sobre todo por las vistas, aunque también te explican bastantes cosillas de l historia de México, aprovechando que en alguna habitación se hospedó tal o cual personaje famoso.
Lo curioso del día pasó al montarnos en un metro. Yo me monté en el vagón y justo entonces empezó a sonar el pitido de que se cerraban las puertas, pillando a la coreana en la mitad. es curioso que en vez de abrirse, las puertas se seguían cerrando, así que se salió, pero le pilló el brazo con la muñeca. al final tirando de las puertas consiguió sacar la mano, pero no os creáis que las puertas se abrieron. Menos mal que no pasó nada, simplemente en la siguiente parada me baje y esperé a que llegase su metro.
El zoo
El último día que pasaba en México había quedado para montar en el bus turístico a las once. Así que yo madrugué un poquito para hacer una visita relámpago al zoo. Yo nunca había estado en un zoo y la verdad es que me gustó bastante; un apena que no tuviese más tiempo para disfrutarlo más tranquilamente. Lo malo es que no vi el panda, pero por lo menos vi un panda rojo y un gnu (en realidad ñu, pero así no mola tanto).
El bus turístico
Me voy a permitir daros un consejo: no os montéis en el autobús turístico de México D.F. Bueno, a no ser que queráis conocer en primera persona los embotellamientos de la ciudad. El caso es que de aquí me fui a la estación de autobuses para volver a Celaya, que tenía equipaje que recoger.

Monday 17 January 2011

El Caribe

¡¡¡Ya ha pasado un mes desde que regresé del viaje y todavía no he terminado el blog!!! Saco menos tiempo para escribir que cuando estaba de viaje. Menos mal que me falta poquito.

El viaje
 Me había quedado en Chetumal, la capital del estado de Quintana Roo, a donde llegué desde Xpujil en un autobús de segunda clase. De aquí tomé un autobús a Tulum. Había unos cuantos, así que no tuve que esperar mucho. Durante el  viaje el aire acondicionado estaba a tope y estábamos todos protestando, pero el chófer decía que no se podía quitar. Afortunadamente en una parada hubo cambio de conductor, algo más comprensivo y apagó el aire.
Por lo demás de este viaje no cabe destacar nada más, salvo que pasamos por Laguna Bacalar y me quedé con las ganas de haber parado ahí. Laguna Bacalar es un pueblo situado al lado de una laguna. Se conoce como la laguna de los siete colores porque sus aguas tienen siete tonalidades de azul Esto se debe a que está formada por siete cenotes que se han desbordado y el agua de cada uno de estos cenotes tiene un color ligeramente diferente a la de los demás. Me lo apunto para la próxima vez que vaya a México o a Belice, que está cerca.

Tulum
A Tulum llegué ya de noche, así que no me compliqué mucho la vida y fui a un albergue al lado
de la estación de autobuses y me fui a cenar.Aquí fue cuando me di cuenta de que esto ya no era el México barato que había conocido hasta ahora. Normal, esto ya no es una zona de vacaciones para mexicanos o para mochileros perdidos. Esto estaba lleno de europeos y de estadounidenses, bueno y de australianos, que siempre había alguno, y por lo tanto los precios estaban adaptados a este tipo de turismo. Aún así era más barato que Europa, pero claro, yo venía de otras partes de México.
Tulum como pueblo no es gran cosa, basicamente una calle atestada de restaurantes y de hotelitos. La playa está lejos, como a una media hora larga andando. La playa era larga, de arena blanca y aguas cristalinas, aunque como estaba algo picada se veía algo de arena donde rompían las olas. A lo largo de la playa hay  más hotelitos y cabañas para rentar, que aunque tenían buena pinta, pues estabas lejos de todo. bueno, menos de las ruinas, que estaban al lado de la playa.
Las ruinas de Tulum no pasarían de ser unas ruinas del montón si no fuese por su ubicación; están situadas en la costa y dentro de la muralla de la ciudad hay una playa en la que es posible bañarse. Y bañarse en el mar caribe mientras observas un templo maya pues está bastante chido.

La gente en Tulum
El albergue tenía un patio con una larga mesa en el centro donde se hacía el desayuno. Así que mientras desayunaba mis cereales conocí a un alemán, Christopher, que estaba haciendo un viaje de tres semanas desde México hasta Costa Rica. Luego coincidimos en el autobús del albergue para ir a la playa, así que hicimos juntos la visita a las ruinas. Más tarde, cuando estábamos esperando al autobús de vuelta conocimos a una pareja de alemanes que estaban viajando desde Argentina hasta Canadá en una caravana todo terreno. Vaya bicho más impresionante. Creo que llevaban dos años y su idea era volver a Alemania al terminar el viaje, pero solamente para arreglar la caravana y viajar por África. Impresionante. 
A la tarde fuimos a ver un cenote que había cerca de Tulum: el Gran Cenote. Aquí fuimos con más gente; dos estadounidenses (Jason y otro), una belga (Roos), dos francesas amigas del otro estadounidense, y un italiano que estaba bebiendo un cubata de tequila, a las doce del mediodía... Fue un caos conseguir reunirnos todos. Cuando llegaba uno otro tenía que ir a hacer no-sé-qué, o sino se le ocurría invitar a no-sé-quién. Al final decidimos ir los cuatro que estábamos en un taxi, y los otros cuatro que se buscasen la vida. Cuando decidimos esto ya estábamos los ocho. Que cosas.
A primera vista el cenote no era tan impresionante como el de Mérida, pero cuando te metías veías que era más complejo. Este cenote se conectaba con otros por grutas subterráneas por lo que vimos pasar a varios submarinistas. Además había una cueva en la que te podías meter nadando. Al principio parecía oscura y que no se vería, pero en cuanto te adaptabas se veía perfectamente. Además había tortuguitas...
Cuando regresamos del cenote cada uno se fue por un lado; Roos se iba a Coba a ver más ruinas, Christopher agarraba el autobús a Flores (Guatemala) a la noche, los estadounidenses se quedaban un día más y yo tomé un autobús a Cancún, para ir a Isla Mujeres.

Isla Mujeres
No sé muy bien por qué decidí ir a Isla Mujeres. La cosa es que Tulum me había decepcionado un poco, porque yo esperaba algo como Mazunte. Me habían dicho que Cancún no merecía la pena, y que Playa del Carmen, sin llegar a tanto nivel de falta de urbanismo, era también muy turístico. Así que me quedaban tres islas: Cozumal, Isla Mujeres y Hobox. Cozumal es famosa entre los buceadores, sobre todo desde que Jacques Cousteau hiciese un documental en esa isla. Hobox es la menos turística, y tal vez la que más se parecería a lo que vi en la costa Oaxaqueña, pro ya no es Caribe, sino el Golfo de México y ya no hay aguas cristalinas. Así que opté por Isla Mujeres como un compromiso entre ambas. Además siempre tendría tiempo de ir a Isla Hobox si no estaba agusto en Isla Mujeres. Claro que nunca fui.
Cuando llegué a la estación de autobuses de Cancún me dirigí directamente a la parada de colectivos a Puerto Juarez. Me habían dicho que no perdiese ni un minuto en Cancún y no tenía intención de comprobar si era verdad; me limité a creérmelo. En el colectivo conocí a una alemana que estaba visitando a una amiga que vivía en México y más o menos me confirmó que no había mucho para ver; ella hacia muchas excursiones a otros sitios, como Isla Mujeres o Chichén Itza. También me dijo que en la laguna de Cancún había cocodrilos, que no era posible bañarse. 
Isla Mujeres es una isla de unos ocho kilómetros de largo y entre trescientos metros y dos kilómetros de ancho. El pueblo está en la punta norte, y tiene tres calles de como mucho un kilómetro de largo. ¡¡Cuando llegué estaba lloviendo!! ¿Para eso me voy yo al caribe? La verdad es que los dos primeros días en Isla Mujeres el tiempo no fue muy bueno. Pero por lo menos no llovió más. Para compensar decidí darme el capricho de dormir en habitación privada. La única que tenían libre en el albergue era una con baño privado, aire acondicionado y televisión por cable. Vamos, la suite del albergue. Pero solo estaba libre por una noche, así que al día siguiente me tenía que cambiar. Como no hacía calor como para usar el aire y la tele no la veía, así que no me importó cambiarme; así me ahorraba unos pesillos. Esta habitación estaba libre solo para un par de días, así que me pasé la mitad de las mañanas preguntando en recepción si había alguna habitación libre. Al final tuve suerte y no me tuve que mudar más.
El albergue tenía playa, pero daba a mar abierto y no se podía bañar. Afortunadamente un poco más lejos había otra playa  donde si se podía bañar. Era justo donde se juntaban la playa del albergue y la playa norte. Ahí había una islita con un hotel, un puente de madera que unía el hotel con la isla y una playa de arena blanca y aguas muy cristalinas. El agua no era muy profunda, pero como las corrientes eran muy fuertes. Estaba bien para nadar sin moverse del sitio. Como el sitio me gustó repetí todas las mañanas y un par de tardes.
El resto del día lo dedicaba a diferentes actividades. Un día me fui a pasear por la isla. Resulta que por la mitad de la isla hay otro pueblo. En este es donde viven los mexicanos y apenas se veían turistas. Eso sí,por la carretera había un montón de turistas que habían alquilado su carrito de golf para recorrer. Un poco más lejos había unos cuantos hoteles, todos con playas de arena blanca y aguas cristalinas, y también una barra y juegos para amenizar a los turistas borrachos. Había un centro para tortugas y un parque con delfines pero preferí no entrar y me fui directo a las ruinas mayas del extremo sur de la isla.
En la entrada a las ruinas había tiendas en un lado y un restaurante en el otro. Yo fui por las tiendas.Aquí fue donde un tipo me dijo que me hacía buen precio si hablaba español. Yo pasé y llegué al fina de las tiendas para comprobar que un muro de medio metro me impedía el paso. Como no me aptecía dar toda la vuelta lo salté. Cuando salí pude comprobar que me acababa de colar en las ruinas. Menos mal, porque son cuatro piedras y te cobran lo mismo que en Chichén Itzá.
El resto de días lo pasaba en el albergue,en la palapa o en una hamaca. Todas las tardes había taller de malabares (sí, por fin tengo foto malabareando), y había red de volley, mesa de pin-pon y juegos de mesa varios. Por la noche abrían el bar de la playa y a veces hacían una hoguera y algún grupo tocaba un concierto. Vamos, que no me aburría...

La gente en Isla Mujeres
El taller de malabares lo impartía Diego, un argentino voluntario que no pagaba el dormitorio a cambio de dar el taller. el primer día también apareció por ahí Roberto, y ahí estuvimos los tres haciendo un "passing". Con deciros que yo era el que tenía que hacer de vértice... Otro día apareció un estadounidense de Arizona que controlaba un poco más, y otros días me escaqueaba, que tampoco tenía ninguna obligación de ir al taller...

Roberto era un mexicano que trabajaba pinchando en el bar de la playa del albergue. También era el cantante de un grupo que tocaba versiones y algún tema propio en bares y restaurantes, y un par de días en el albergue. El segundo día me contó que le habían echado del piso porque había tenido algún problema con la casera, así que finalmente terminó durmiendo en una habitación que le dejaron en un bar, de forma temporal. Cuando me fui todavía no tenía nada definitivo. Un día fuimos con un amigo de Roberto y un canadiense del albergue a cenar a la azotea del bar y luego estuvimos watcheando una peli (Traffic) en la habitacioncilla esa. Al final no la terminamos porque se hizo tarde y Roberto tenía concierto en el albergue.

El canadiense era un tipo curiosos también. Era un cámara autónomo que se dedicaba a hacer reportajes por el mundo. Además de grabar también hacía el montaje y luego lo vendía a alguna cadena de televisión. Estaba siempre con la cámara encima y de vez en cuando tenía que correr para grabar algo que le había parecido interesante. Lo mejor es que si te veía sacando una foto te decía que era mejor que te pusieses en otra posición para que la luz hiciese no sé qué y que lo ideal sería que aquel se quitase la camiseta amarilla por cosas del color de la escena...

Un día que estaba en la palapa había dos jugando al ajedrez. Uno era Mario, un canadiense francófono de ascendencia italiana y ex-casado con una méxicana. Ahora la ex-mujer se había quedado en Canadá y el tenía intención de montar un albergue en la costa del Pacífico de México, pero de momento se iba a dedicar unos meses a viajar por Centroamérica. Jugando al ajedrez apareció Milo, un francés del que os contaré la historia en otra sección (sí, sí, en la del friki). Al final entre partidas de ajedrez, partidas de pin-pon y cervecitas en el bar de la playa pasamos bastante tiempo juntos.

Un día fuimos a comer con Blanca, una mexicana que se dedicaba a dar masajes en el albergue. Como se conocía los restaurantes nos llevó a uno barato y bueno donde comimos un besugo entre los tres, acompañado de arroz y pasta, también para compartir. Estaba bueno. Durante la comida blanca derivó el tema de conversación hacia un tema espinoso: mezclo religión con política. Afortunadamente, cuando ya estaba explicando que Obama era Satán, Mario dijo que estando en una playa del Caribe  no merecía la pena hablar de esos temas. Por lo demás Blanca era una chica maja que en sus ratos libres daba clases de castellano a los viajeros del albergues. La primera lección que pedían todos era conversaciones típicas de discoteca para ligar. No sé para qué, si no se relacionaban con los lugareños y entre los viajeros lo normal era hablar en inglés...

Un día terminé jugando a voley-playa. Por allí pasaron unos catalanes que querían jugar y les faltaba uno, y como yo andaba por allí... Estos se iban a una boda en Mérida, y aprovecharon para hacer un poco de turismo por Cancún. Como regalo para los novios llevaban un vídeo echo por ellos, pero no les funcionaba, y como yo andaba con el portátil por allí me pidieron comprobar si era por su ordenador o era cosa del vídeo. Yo casi no sé sobre temas de vídeo, pero me da que aquello estaba más corrupto que el caso Malaya. Ellos pensaron que era porque mi ordenador tenía Linux, así que se fueron a buscar un Mac. No sé como terminaría el regalo.

Vamos, que si te pasas cinco días en la misma palapa terminas conociendo a un montón de gente...

El más friki
Milo es un francés que quería ir a visitar a su hermana, que está en Australia. Así que entro en una página de estas de comprar billetes de avión y puso París-Melbourne. Tres meses que tenía pensado estar en Australia, aprovechando para recorrer la islita. Todo contento se sube a su avión, que hacía escala en Nueva York, y cuando llega a su destino se le hae raro lo rápido que se le ha pasado el segundo viaje, nueva York-Melbourne. Además en el aeropuerto solo se ven dolares americanos, no australianos. Entonces es cuando se le ocurre preguntar donde está y se da cuenta de que en Florida hay un pueblecito que se llama Melbourne. Tras pasar una semana en Florida vio que aquello era demasiado caro y decidió irse a Centroamerica una temporada. Otro que iba sin planes, perdiendo posiblemente el viaje de vuelta.

Lo bueno
Cuando compré el boleto del ferry yo pedí uno sencillo, pagué el coste de un boleto sencillo, pero me dieron un boleto redondo. Así que el viaje de vuelta me salió gratis.

Lo malo
Muchos albergues y tiendas están tan enfocadas al turista que ni se molestan en poner carteles en castellano y los precios directamente en dolares. En una tienda del aeropuerto de Cancún había unas barajas de cartas que quería comprar. Le pregunté a la dependienta por qué tenían el precio solo en dolares y me contestó que los dueños eran estadounidenses y eso les hacía la contabilidad más fácil y que la mayoría de los clientes eran también estadounidenses. Ahí se quedó con sus cartas en dolares, que yo me fui a la tienda de al lado que estaban en pesos y encima más barato. Lo que no entiendo es cómo los estadounidenses no se dan cuenta de que por ahorrase hacer la conversión de dolares a pesos están pagando las cosas bastante más caras.

Lo que he aprendido
Cando jugábamos al ajedrez había demasiadas diferencias de nivel, así que Milo nos enseño dos alternativas: el "ajedrez refuse" y el "ajedrez tres bombas".

En el ajedrez tres bombas cada jugador escribía tres casillas donde el ponía sus minas. Si el jugador contrario movía una pieza a esa casilla la perdía automáticamente y se resituaba la mina en cualquiera casilla de las que estuviesen libres en ese momento. Salían partidas muy raras, porque si lo normal es tratar de controlar el centro, aquí estaba completamente vacio, algo de lo que se percató una borracha entendida que pululaba por allí. En fin, que luego se puso a cantar en el concierto dando más pena todavía.

En el ajedrez refuse se juega normal, salvo que puedes rechazar la primera propuesta de movimiento del contrario en cada jugada. Si rechazas uno ya tenías que aceptar la siguiente opción. Por ejemplo si pongo la reina al lado del rey contrario, dándole jaque, lo normal es que el rey me coma la reina, pero yo rechazo esa jugada y tiene que mover el rey a otra posición... si puede, claro. Esto generaba juegos muy agresivos, porque no tenías por qué defender tus piezas.